jueves, 7 de noviembre de 2013

CAPÍTULO XVIII ¿UN NUEVO HOGAR PARA NOA?

Me he quedado unos días en casa de Neno, con los padres de Inma, porque Ángel se ha tenido que ir de viaje. La empresa tiene una filial en otro país llamado Chile y le han enviado allí por unas semanas.

-        Voy a dar formación a los equipos docentes para reconvertirlos en tutores on-line. Parece que la empresa apuesta por esta modalidad, ya que podrían dar tutorías incluso a los alumnos españoles – les ha explicado – Y de paso me evado un poco de todo esto. Supongo que eso también lo han considerado.

-        Bueno, hijo. No te preocupes por Noa que te la cuidaremos bien.

Estos días parece que Neno tampoco tienen muchas ganas de corretear, y eso que antes estaba tooodo el tiempo inventándose cosas para jugar y trastear conmigo.

Cuando Ángel ha vuelto ha venido directamente a buscarme y me ha llevado a casa. Parece más animado, pero poco a poco le vuelvo o notar igual que antes de irse. Por las mañanas se levanta temprano y se arregla. Luego me pone mi arnés y me saca a la calle para que haga mis cosas. Siempre me pide que me dé prisa, pero no es tan fácil encontrar el lugar más adecuado. Cuando termino volvemos a casa y me deja solita y me encarga que cuide bien de todo.

Cuando vuelve yo le recibo dando saltitos, pero apenas me presta atención. Me prepara la comida y me pone mi platito, pero está siempre como ausente.

Otros días se sienta en la mesa delante del ordenador de Inma y trabaja desde allí, sin tener que ir a la oficina.

Esos días yo me enrosco a sus pies hasta la hora de comer. Luego salimos a das un pequeño paseo.  A veces vuelve a la oficina después y otras no. La verdad es que no le puedo controlar bien, porque no tiene un patrón fijo.

Hoy me ha sacado una foto en la calle. Luego hemos subido a casa y ha enviado mi imagen por lo que llaman el correo electrónico para ver si alguien tiene interés en quedarse conmigo.

Pero no es eso lo que más me preocupa. Por la tarde ha abierto la puerta de la galería y se ha puesto a mirar hacia abajo. Eso no tiene demasiada importancia, como podréis suponer, pero luego ha levantado una pierna y ha intentado llegar al borde de la ventana. Entonces me he asustado un poco y me he puesto a ladrar como una loca y al mismo tiempo le mordía  el pantalón.

Se me ha quedado mirando con una rara expresión. Luego se ha agachado y me ha cogido en brazos y se ha sentado conmigo en el sofá sin soltarme. Me acunaba y me daba las gracias y me decía que no me preocupase más. Pero yo no le quito ojo, por si acaso.

El correo que mandó con mis fotos ha tenido varias respuestas. Un compañero le ha dicho que una familia con niños pequeños que viven en una casa con jardín estaría interesada en quedarse conmigo. Otro le ha comentado que una señora mayor que vive sola estaría encantada de cuidarme. Hay una más que ha pedido venir a casa para conocerme y ver que tal nos llevamos. Vamos que parece que dentro de poco tendré un nuevo hogar, pero no sé si con los niños, con la señora mayor o con la que me quiere conocer primero.

Al llegar el sábado, me ha metido en el coche y me ha puesto mi cinturón especial y hemos ido a buscar a alguien a quien llamaba Priscilla.

-    Ay Noa, si eres más guapa que en fotografía – me ha dicho mientras me daba palmaditas.

Como no sé si será mi nueva amita he tratado de portarme lo mejor posible. Hemos ido a buscar a otra amiga de Prisicilla y luego a pasear y recorrer otra ciudad que era completamente nueva para mí. Hemos comido en un bar y Ángel me daba cachitos por debajo de la mesa mientras me decía que estuviera callada.

Al atardecer hemos vuelto a casa, después de dejar a Priscilla en el mismo punto donde la habíamos recogido por la mañana. Después de todo parece que no será mi nueva dueña.

Los días pasan y Ángel no parece mejorar. Ahora toma cuatro pastillas y ha dejado de ir a la oficina. Dice que está “de baja”, sea lo que sea. De modo que ya no me urge por las mañanas y me deja pasear más tranquilamente. Hasta parece que se le ha olvidado lo de buscarme otra casa. De momento.

Cuando han llamado a la puerta no me podía ni imaginar que se trataba de la señora que quería que nos conociéramos primero. Ángel tampoco, porque le ha preguntado dos veces que es lo que quería.

-        Soy Mari Carmen. Habíamos quedado en que recogería a Noa para dar un paseo y conocernos ¿No lo recuerda?

-        No. La verdad es que no lo recordaba.

-        Bueno, pues si le parece nos vamos a dar una vuelta a ver qué tal.

Y me ha puesto mi arnés y le ha dado la correa a Mari Carmen. Hemos salido a la calle y yo me he quedado siempre a la derecha de la recién llegada. Luego hemos caminado hasta el pequeño parque donde me lleva Ángel algunas veces y se han sentado en un banco de madera. Han estado hablando de mis costumbres, de lo que como, de cuánto, de la edad que tengo, de si me porto bien, si ladro, si muerdo… un historial completo.

La señora parecía muy satisfecha con las respuestas que recibía y me hacía caricias y me decía palabras muy cariñosas.

Cuando les ha parecido conveniente hemos regresado a casa y Mari Carmen le ha pedido mi cartilla de vacunación y mis documentos.

Ángel los tenía en la mano para dárselos, cuando ella le ha preguntado que por qué quería dar a su perrita.

-        Porque no la puedo atender como debiera. Creo que es mejor que esté con alguien que se ocupe de ella debidamente y que la dedique la atención que yo no la puedo dar.

-        Usted no quiere dar a su perrita – ha contestado ella.

-        ¿Por qué dice eso?

-        Porque está usted llorando… Hagamos una cosa. Vamos a dejar pasar un mes y si ve que no puede, me llama. ¿Le parece?

-        Lo vamos a intentar.

De modo que se ha ido. Yo me he quedado mirando a Ángel para ver qué hacía.

-        Ven Noa. Vamos a intentarlo juntos. No nos queda más remedio que salir de ésta.

Y me ha cogido en brazos y me ha llevado a mi casita. Pero yo he dado un salto y me he enroscado a los pies de la cama, esperando a que venga a dormir.

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