viernes, 29 de noviembre de 2013

MADRID RÍO



En las fiestas de invierno que llaman de Navidad, este año nos hemos ido a casa de Prince, Sissi y Grey y lo hemos pasado muy bien. Todo el mundo canta y se ríe y hay mucha comida y chuches y no para de pasar gente. Nos dejan una habitación muy grande arriba de la casa, al final de las escaleras, y Sissi se sube a dormir con nosotros. Por la mañana nos espera Prince en el descansillo y luego nos abren para salir al jardín. Aunque fuera hace un poco de frío, dentro se está muy bien.

Cuando Ángel se queda aquí me quedo siempre a su lado, pero cuando me deja unos días no me separo de Yolanda, que es, junto con Vito, la líder de la manada. Yolanda es hija del hermano de Ángel y tanto ella como su marido son muy buenos con los perritos.

A finales de marzo hemos ido a Cataluña, a ver a Asunción y los Carbó. Hemos recorrido desde las fuentes del río Llobregat en los Pirineos hasta su desembocadura en Barcelona, que es una ciudad muy grande muy grande con puerto de mar y playas como las que me gustan. Hemos recorrido la ciudad y las playas, y así todos contentos. 


En Barcelona hay un parque delante de una Iglesia muy moderna dedicada a la Sagrada Familia y estuvimos jugando Asunción y yo por todas partes. Al final nos sentamos en un banco para ver atardecer sobre las torres y nos fuimos a buscar a Marta, su hija.

Tienen una perrita, Nuska, que es muy muy mayor y que apenas se puede mover. También hay gatitos en el patio y otro, que se llama Fritz, que es de Marta y Jordi. Puede que me haya comido alguna bolita de Fritz alguna vez, pero más que nada para probar a qué sabe la comida de los gatos.

Lo más gracioso es que tienen periódicos en el suelo de la cocina y yo los he tomado por los que tengo en casa para el pis, y me lo he hecho encima de los papeles. No debía ser así porque Ángel me ha sacado al patio y no me ha dejado terminar, mientras todos se reían.


Hemos vuelto a casa y ahora el parque se está llenando de flores y pajaritos. Lo llaman Madrid-Rio, aunque más bien lo que hay es un arroyo al que han embalsado, con un parque muy largo a cada lado. 

Las praderas de hierbita nos quedan en la otra orilla. Como los árboles empiezan a brotar ahora hay cotorras verdes que arrancan ramitas de los árboles y se hacen nidos enormes encima de los abetos. Hay muchos gorriones, palomas, lavanderas, mirlos, urracas, tordos, jilgueros… y muchos otros. Dentro del agua había cormoranes en invierno y garzas, zampullines, gallinas de agua, tortugas, cangrejos de río, ánades y patitos blancos, además de las sempiternas gaviotas. 

Ya parece que han terminado el puente de los tirabuzones y ya se puede pasar por él de un lado al otro del río. Antes habían abierto dos pasarelas en forma de barca invertida y que están recubiertas de azulejos con dibujos de personas saltando y brincando. Y cada día hay más perritos nuevos y nos juntamos cerca de un puente muy grande todos los días. Siempre hay alguien que trae chuches y todos los perritos nos ponemos a saltar alrededor para que nos den nuestra ración. Los que más juegan son los perritos más jóvenes, claro, pero todos jugamos y nos perseguimos y lo pasamos en grande.


Kira siempre está enredando y jugando con una pelota azul. Tiene un estilo muy personal y los grandotes (perdón, los humanos), se ríen mucho con todos nosotros. De tanto jugar nos da sed, así que vez en cuando nos ponen agua de unas botellas para que bebamos y sacan cacharritos de plástico para poner el agua. 

Cuando no tienen cacharros llenan una bolsa o dos de las que se ponen para los perritos y nos las acercan para beber de uno en uno. 

Un día los perripanderos se han abrazado a un árbol centenario que iban a talar y que finalmente se ha salvado de las motosierras. Estaban seis personas rodeando el tronco con sus brazos y le decían cosas. El árbol no se ha movido, pero yo sé que les agradecía su gesto y apoyo.

También hay un peligro nuevo. Como hay muchas pistas y muy anchas, pasan muchas bicicletas, algunas muy deprisa y ya han atropellado a dos perritos que iban atados con sus correas. Han puesto carteles para que no vayan tan rápido pero algunas personas no saben leer o no los ven.

Aun así, me gusta mucho el nuevo parque de Madrid-Río.

domingo, 24 de noviembre de 2013

CAPÍTULO XXII. PERRITOS “AU PAIR”



 
Bueno este hombre parece otro. Ahora no para. De manera que muchos fines de semana salimos a sitios muy bonitos, en medio de la nada, donde se puede correr y correr. Luego me pone mi quitasol con agua y me tumbo tranquilamente a descansar, mientras él lee o se distrae con cualquier cosa.


Mucha gente le pregunta de qué raza soy y siempre les dice que una maltesa mediterránea de pura raza, gran amiga de los marineros por su habilidad para cazar ratas.

Luego repetimos un juego que me enseño hace muuuucho tiempo y la gente se ríe.
-     Noa, ¡una rata! – dice mientras agita una mano simulando los movimientos de esos bichos asquerosos.

Entonces fijo en el suelo mis patitas delanteras y de un salto me apodero de su mano y la agito brevemente… pero sin apretar, porque le haría mucho daño.
-        Muy bien, Noa, muy bien. Buenos reflejos.

Al ver que su mano queda atrapada entre mis dientes la gente le pregunta que si le he hecho daño.
-    No. Noa me coge con firmeza, pero con mucha delicadeza. Si apretase los dientes me atravesaría la mano.

Algunas personas más valientes quieren probar y cuando les sujeto la mano la retiran instintivamente y entonces se asustan porque se tropiezan con mis colmillos.
-        No hay que mover la mano, una vez que te atrapa. De este modo no te hace ningún daño.

Estos viajes los llama excursiones, porque vamos y venimos en el día. Así nos hemos recorrido muchos sitios cerca de Madrid, como el pantano de San Juan, La Barranca, La Pedriza, La Boca del Asno y parques más cerquita y otros sitios igual de bonitos. Muchas veces vamos solos y otras con alguien de la perripandi. Si somos muchos, a veces vamos dos o tres coches y luego nos juntamos todos y es muy divertido.

A veces hace viajes más largos y entonces me deja en casa de otros perritos. Así que ya me he quedado en casa de Lupi y Hada, en la de Chiwi, en la de Linda, en la de Prince, Sissi y Grey, que es la que más me gusta porque tienen jardín con praderita y se puede correr y jugar en la hierbita.

Otros perritos se quedan en nuestra casa también. Si son muchos días Ángel nos lleva al campo, a un sitio con jardín y piscina que está cerca de un río y nos lo pasamos en grande. El que más se ha quedado es Chiwi, con el que me llevo fenomenal porque me deja todos sus juguetes y nunca me molesta.

Con Prince, Sissi y Grey hemos ido al norte, a un lugar muy verde que se llama Asturias y que tiene unas playas muy grandes en las que nunca hay nadie. De modo que Prince y yo corremos por toda la playa mientras Sissi y Grey se quedan con los grandotes. Prince es un precioso pomerano, como Sissi.

Ángel y yo también corremos por la playa, pero le dejo ganar para que no se sienta mal. Todo el mundo sabe que yo soy mucho más rápida que él.


Grey es una Chihuahua muy inquieta a la que no le gusta mucho verme en su manada y me regaña constantemente.

Un día nos han llevado a un sitio muy bonito que se llama Covadonga, en el que hace muuuuucho tiempo tuvo lugar una batalla muy importante. Hay una estatua en lo alto de un pedestal de don Pelayo, que es el señor que ganó la batalla, y la gente se hace fotos con él. Fernando, el hermano de Ángel, le ha dicho que baje de nuevo, que esto se está poniendo muy mal otra vez. Menos mal que la estatua no se ha movido, porque menudo susto nos habríamos llevado todos.

Así que cuando me deja en casa de otros perritos me llama “Au Pair”, porque dice que me darán alojamiento y comida y yo, a cambio, tengo que ayudarles a proteger sus casitas.

Eso de ser “Au Pair” me preocupa un poco. Yo sé que Ángel me pone mi comida y nadie me la disputa, pero en las otras casas no conozco las costumbres de modo que cuando les veo preparar la comida de los perritos, como yo soy de fuera a lo mejor se olvidan de mí, así que me pongo a saltar y a hacerme notar para que sepan que yo también quiero comer.  Debo protestar un poquito porque luego le dicen a Ángel, cuando por fin me viene a recoger, que soy muy pidona.

Es lo que tiene criarse en una perrera con tres hermanitos que se creían con más derechos que yo. Si no protestas, no comes.

jueves, 21 de noviembre de 2013

CAPITULO XXI UNAS CASITAS CON RUEDAS



Nos están dejando un parque con praderitas de hierba, quioscos y muchos árboles, pero apenas hay pájaros.

De hecho no se oye nada más que el graznido de las gaviotas. Dice Ángel que es porque los árboles han aparecido de repente y no se han dado cuenta todavía, pero que ya vendrán.

Todos los días salimos a pasear y a jugar al “que te pillo” con toda la perripandi. Sólo hay unos pocos perritos que se ponen un algo pesados, pero yo me siento y me quedo quietecita. Pero a los que me molestan con el hociquito les doy un rugido como los que daba mamá Sirta cuando se enfadaba y les enseño los dientes. Entonces se dan cuenta de que molestan y me dejan en paz.

Ángel me lleva a bañar y a peinar a una peluquería para perritos que hay detrás de nuestra casa y me deja allí. La llevan unas chicas muy simpáticas, Ana y Gema, que me tratan muy bien, pero yo estoy deseando que venga a buscarme y cuando por fin aparece bajo las escaleras corriendo para que me vea y me diga lo guapa que me han dejado.

Luego me lleva a casa y me hace fotos y me dice que estoy hecha una princesa. El caso es que Ana le ha dicho a Ángel que tengo las tetillas hinchadas y no para de mirarme. Luego ha llamado a un veterinario y le han dicho que me lleve, que seguro, seguro, he tenido que tener un embarazo psicológico.

Me ha llevado por la tarde y después de mirarme bien le han dicho que debo tomar unas pastillas para que se baje la inflamación y que luego me tendrán que operar. Eso de operar no me suena nada bien, aunque no sé lo que es, la verdad.

Después de tomar las pastillas, que me las disuelve en la comida y no me entero, ya no tengo ninguna hinchazón, pero aun así, me ha vuelto a llevar al mismo veterinario. Después de mirarme a fondo, me han dejado en un cuartito con más perritas y perritos. Luego me han puesto una aguja debajo de la piel y me he quedado dormida.

Al despertar, me dolía mucho la barriguita, y me daban ganas de quitarme unos hilitos que tenía cosidos a la piel, pero no podía porque me habían puesto un plástico con forma de pantalla de lámpara en el cuello y no llegaba. 

-     Avisa al dueño de que Noa ya está despierta – ha dicho un chico cuando ha visto que me movía.

Al poquito tiempo Ángel me cogía en bracitos y me llevaba a casa. Me he quedado quietecita en el coche, sin moverme nada porque me duele todo.

Le han dicho que hoy no debo comer y eso lo llevo peor. Como lo llevo muy mal, me ha quitado el collar de plástico, la campana lo llama, y me ha envuelto con ropa suave para que no me “quite los puntos” si me doy lametones en la herida.

-        Unos días nada más, Noa. Ya verás que luego ni se te va a notar.



La verdad es que me ha dejado como una momia vieja, pero no tengo que aguantar la campana ni hay peligro de que me salten los puntos.

Como ya estoy bien del todo, salimos a pasear con toda tranquilidad, aunque  me ha comprado un cestito nuevo que se cuelga a la espalda y tiene ruedas. Si me canso me sube al cestito y, si se cansa él, tira de las asas y arrastra las rueditas y los dos vamos tan panchos.




Hablando de ruedas, me dijo que tendríamos que hacer otro viaje, pero que esta vez no iríamos con nuestro coche nuevo. De manera que me metido en el cestito y hemos acabado en un edificio enorme en el que entra y sale gente todo el rato. Luego hemos visto unas casitas todas iguales, con una puerta y muchas ventanas con gente mirando. Nos hemos metido en una y sólo tiene un pasillo largo con sillones a cada lado. Lo llaman vagón. Hemos debido de encontrar el nuestro, porque Ángel se ha sentado y me ha dejado en el suelo. A su lado quedaba otro sillón vacío.

Me ha dicho que me quede quieta y que me porte bien si no quiero que nos echen del AVE, de modo que me he enroscado en mi cesto de siempre, que también lo ha traído y ya está.

Al ratito ha llegado un señor que, nada más verme, ha puesto cata de vinagre.
-        No me gusta – ha dicho.
-        ¿Qué es lo que no le gusta, caballero?
-   ¡El perro! – ha contestado sin darse cuenta de que soy una perrita – no voy a hacer 600 kilómetros así.
-     No exagere. En todo caso, una hora y media, ya que vamos a Zaragoza. Pero si lo desea quéjese a RENFE. Noa ha pagado su billete.

El señor no ha dicho ni media palabra más, pero cuando la casita con ruedas que llaman AVE se ha puesto en marcha, se ha cambiado de asiento y todos felices. Luego ha venido una chica vestida con los colores de RENFE y me ha dicho que me porto muy bien y que soy muy buena. Cuando lo decía miraba hacia atrás a unos señores que llevaban un niño que no paraba de gritar y molestar a todo el mundo.

Bueno, que me pierdo. Nos han avisado de que estábamos llegando a Zaragoza y me he vuelto a meter en el cestito. Nos estaba esperando Carmen y nos ha llevado donde la otra vez, de manera que se ha vuelto a quedar conmigo mientras Ángel les daba la charla otra vez. A lo mejor se le olvidó algo de la otra vez y ha tenido que venir a recordarlo.

Carmen me ha llevado al parque de las praderas con margaritas y lo hemos pasado fenomenal. Ella se sienta en la hierbita y yo me pongo a su lado y luego me revuelco, porque la hierba está fresquita y huele muy bien. A ella le hace mucha gracia y luego me recoloca los pelos y me peina con los dedos. Cuando termina de acicalarme me dice que estoy muy guapa y que no me despeine, que nos va a regañar el amito…

Pero el amito no nos regaña. Cuando ha vuelto nos hemos ido a recorrer las orillas del río Ebro y luego hemos comido en una plaza con muchas terracitas y mesas. Llevaba mi comida en una neverita y me ha puesto un platito con agua y otro con pavito y bolitas. De modo que me he comido el pavito y me he quedado esperando a ver qué comen ellos. Al final me han dado parte de sus filetes de ternera y me he puesto las botas.

Luego Carmen nos ha llevado de vuelta a la estación y hemos cogido otro AVE para volver a casa. Esta vez teníamos sólo un sillón, de modo que así nadie se tiene que sentar a mi lado a disgusto. Las chicas de RENFE me han saludado y una pareja de señoras que iban al otro lado no dejaban de decirme cosas. Pero yo, quietecita en mi cesto fijo a los pies del amito, como dice Carmen, y sin quitarle ojo.

Al final no me ha quedado ni una marca de la operación y ya no hay riesgo de que tenga un nuevo embarazo psicológico ni de verdad. Ahora soy una perrita esterilizada y ya no podré tener cachorritos como mamá Sirta y otras mamás perritas, pero por lo menos, los perritos dejarán de molestarme.

-     Noa, no te preocupes. De todas formas en casa no podríamos tener a cuatro perritos más y tendríamos que darlos tarde o temprano.

Casi es mejor. Imagino cómo se debió sentir mamá Sirta el día que vinieron a buscarnos y nos llevaron a las jaulitas de cristal de las tiendas. Pero luego me acuerdo de sus palabras y me tranquilizo.

“Mañana amanecerá de nuevo y tenemos que seguir viviendo”

miércoles, 13 de noviembre de 2013

CAPITULO XX. MÁS VIAJES.



Ahora Ángel ya no trabaja. Dice que está “prejubilado”, que debe ser como estar de vacaciones, pero durante toooodo el tiempo.

Pero eso no significa que nos quedemos en casa todo el día. Ahora salimos por las mañanas y por las tardes y cada día hay nuevos perritos en la perripandi. Hay dos westy, Jagger y Rulo, y un San Bernardo enorme y otras perritas muy grandes que viven juntas, Buffy y Noha. A Lupy le han traído otra compañera, Hada. Y también está Linda, que es una caniche pequeñita con el pelo negro y muy rizado. Todos somos ahora una gran manada y nos llevamos fenomenal. Las que más juegan son las más jóvenes, como Nana y Kira, que se pasan el día persiguiéndose una a la otra y no se cansan nunca.

Maite le ha pedido a Ángel que le escriba algo sobre Kira, que os lo voy a contar. Dice así:


Kira salta, Kira vuela,
y en todas partes se cuela.
Kira corre, Kira gira
y a todos los perros mira.
Kira brinca y acomete
y en todas partes se mete…

Kira en griego es “la señora”
en ruso es “la sonriente”,
en japonés, “reluciente”
y en persa es “la previsora”.

Kira pasea graciosa
camino de la morera
porque sabe que la espera
una fruta deliciosa.


Kira olfatea las moras
y come las más maduras,
pues las verdes están duras
y sientan mal en dos horas.

Kira a palomas hostiga
Kira a mirlos acomete
Kira, incluso al martinete
en la distancia atosiga

Con su traje de ladina
tapada con su antifaz
ningún bolso deja en paz
en busca de golosinas

Kira corre alegremente
y, con sus cejas al viento
y su rabito contento,
va sorteando a la gente.

Kira posa formalita
en cuanto alguien la enfoca
luego corre como loca
hasta llegar a su amita.

Pero, eso sí, cuando llega
el momento de volver
a casa, es digno de ver
que Kira no se doblega

Se entretiene, se resiste,
se hace la despistada
hasta se queda parada
por mucho que Maite insiste

Y así, las más de las veces
hay que llevarla en bracitos
pues no sirven ni los gritos,
ni los ruegos, ni las preces.

¡Menos mal, pensará Kira,
que mañana habrá más moras
y pasaré muchas horas
divirtiéndome la tira!

Pues todo el mundo percibe
aunque no sepan, incluso,
que Kira es “sonriente” en ruso,
que Kira el parque lo vive.
  
Hay un chico, Jesús,  que pasea con cuatro yorkshires, Giorgio, Ágatha, Chanel  y otro que no recuerdo, y una chica, Macu, que lleva a Junior en un bolsito, porque no puede andar y así le pasea. Están Isis, con la lenguita siempre asomando y Osisris, que juega con una piedra que le tira José Luis. También hemos conocido a Quela, que bebe agua de las fuentes directamente del chorro. Y a Luna y a Hanna y no sé cuántos perritos más.

Hablando de fuentes, han puesto muchas en el parque, rodeadas de montículos de hierba y a veces nos vamos toda la perripandi a una de estas fuentes y los grandotes (perdón, los humanos) toman el sol y charlan de tonterías mientras que nosotros jugamos. De vez en cuando se acerca algún perrito que no es de la pandilla y si me molesta doy un gruñidito y en seguidita Chispi o Chiwi me defienden. 

Hemos vuelto un par de veces a Ibiza y Ángel se ha traído cajas con cosas. Además ha traído unos bultos de Ikea y se ha construido una cama con sus mesillas y muebles con cajones, su colchón y todo, en una de las habitaciones que estaban vacías.

En otra ocasión hemos ido a una ciudad con un río muy ancho, el más ancho que he visto nunca y con muchos puentes, que se llama Zaragoza. Ángel tenía que dar una charla sobre algo de mejoras de proyectos para el personal sanitario de un hospital muy grande. Al llegar ha pedido que alguien se hiciera cargo de mí, ya que en esos sitios no dejan entrar a los perritos, y eso que no es una tienda, pero no dejan. 

Entonces una chica muy simpática, que se llama Carmen, ha cogido mi correa y me ha dicho que nos íbamos a pasear las dos, que las charlas son muy aburridas y que estaríamos mejor jugando en el parque que hay al lado.

Lo estábamos pasando fenomenal, en una pradera con margaritas y otras flores y jugando, cuando he oído el silbido de Ángel, que me llamaba. Enseguida me he puesto a ladrar y a dar vueltas alrededor de Carmen para que se levantara y nos fuéramos a buscarle. Se ha puesto muy contento de verme tan bien y le ha dado las gracias a Carmen.

-        No tiene importancia, lo hemos pasado muy bien las dos jugando.
-        ¿Tienes perro?
-        ¡Qué va! Ni siquiera sabía si nos íbamos a llevar bien, pero Noa es muy cariñosa.

Así que la ha invitado a merendar para compensar el tiempo de guardería perruna. Además le ha comprado una planta con hojas muy verdes y brillantes y flores rojas y ella le ha dicho que no se tenía que haber molestado en regalarle nada.

-        No ha sido ninguna molestia, te lo aseguro. Es lo menos que podía hacer. Aunque en realidad te he hecho dos regalos: El anthurium y librarte de mi charla.



Y los dos se han puesto a reír como bobos.

lunes, 11 de noviembre de 2013

CAPÍTULO XIX. LA “PERRIPANDI”.



Os voy a contar lo que hemos hecho este verano. Como el médico que atiende a Ángel (un tal Psiquiatra) le ha recomendado un cambio radical, nos hemos embarcado con destino a Galicia. Aunque primero se ha asegurado de que en el hotel admitan perritos.

He ido todo el viaje sentada en el asiento delantero, muy quietecita, aunque como llevo mi arnés y mi cinturón no puedo casi moverme. De vez en cuando me pongo nerviosa y Ángel para que salga un ratito. Lleva una nevera eléctrica enchufada en la parte de atrás con mi comida, agua y refrescos y cuando es la  hora en la que tenemos hambre, busca algún sitio con mesas en la calle y encarga alguna cosa para comer y me prepara mi platito mientras espera que le traigan lo que ha pedido.

Uff. Creía que no íbamos a llegar nunca, pero antes de que se pusiera el sol hemos aparcado frente al Hotel Santa Cristina, en Perilló (Oleiros), muy cerquita de La Coruña.

El sitio es muy bonito, y aunque la habitación no es muy grande, estamos muy bien,

Por las mañanas paseamos por las enormes playas en las que no hay nadie hasta que pasan de las nueve,  Luego nos vamos a una zona de dunas sobre la playa y ponemos los quitasoles y paravientos y pasamos el día jugando, hasta que me canso y me tumbo a la sombrita.

Por las tardes paseamos por un parque en el que hay otros perritos y Ángel me suelta para que juguemos. Hay un basset que se llama Mowgli que es muy gracioso y siempre estamos jugando al “que te pillo”.


Una mañana han aparecido en el mar unas gaviotas enoooormes y muy blancas y con el cuello muy largo. Ángel dice que son cisnes… Sí, sí, cisnes en la playa, nadando tranquilamente cerca de la orilla, en la ría de O Burgo, tanto que me he ido a la carrera a jugar con ellos, pero no me he querido mojarme y me he quedado corriendo a su lado sin meter las patitas en el agua. Luego ha venido mucha gente y les han hecho muchas fotos y algunas salían en los periódicos del día siguiente.




Luego nos hemos puesto a recorrer Perilló, que es como un barrio de Oleiros y nos hemos alejado mucho y hemos llegado a la salida del pueblo.

-        Anda, Noa, llévame a casa – me ha dicho Ángel.

A lo mejor se cree que me he perdido, pero no es así. Me he puesto a andar y andar hasta que hemos llegado a la puerta del hotel, pero por la parte de atrás. Menos mal que estoy yo aquí, que si no…

A las dos semanas justas nos hemos vuelto a casa, en otro viaje interminable.
Ángel va de vez en cuando a ver a su doctor Psiquiatra y me dice que se ya se encuentra algo mejor, aunque para las fiestas de invierno en las que llenan las calles de luces de colores le ha recomendado otro cambio de escenario.

Así otra vez de viaje en el enorme CRV, esta vez al sur de la península, porque es donde el tiempo es más agradable en invierno. No hemos ido donde otras veces, sino a Salobreña, y hemos tardado menos en llegar. El sitio es muy bonito y los dueños del establecimiento son portugueses y antes tenían un criadero de perritos de raza mastín de Burdeos, que son unos perros enormes y muy dóciles y buenos.

Un día hemos ido a pasar la ITV del coche y al salir hemos entrado en un concesionario Volsk Wagen que hay justo enfrente. Ángel ha pedido que le tasaran su coche y se ha interesado por otro más pequeño y que tuviera algún tipo de oferta. Al final le han enseñado uno al que han rebajado una barbaridad porque estamos a fin de año y lo ha comprado. Se lo darán dentro de diez días.

Hemos vuelto a casa en el CRV, pero ya me ha dicho que me vaya olvidando, que pronto tendremos coche nuevo. La verdad es que el año va a empezar con muchos cambios. Igual tendremos casa nueva, coche nuevo y no sé cuántas novedades más.

El caso es que ahora estamos cómodamente instalados y nos están construyendo un parque muy largo cerca de la casa, en un sitio por el que antes pasaban miles de coches hacia un lado y hacia otro haciendo un ruido infernal.

Hasta se ha comprado una bicicleta en la que ha colgado un cesto del manillar y salimos a pasear muchos días, aunque de momento, el camino se termina enseguida y damos la vuelta. Cuando me canso me sube al cestito y la gente me mira y me dice cosas.

Están construyendo un puente muy raro, totalmente redondo y con forma de tirabuzón y todos los días vamos a ver cómo va, aunque parece que por lo despacio que avanzan no terminarán nunca.

Poco a poco van abriendo tramos nuevos del parque y cada vez podemos recorrer más distancia.

Hay más personas y también más perritos. Hoy hemos conocido a varios. 

Una perrita llamada Kira, otra maltesita que se llama Blanqui y a un yorkshire chiquirritín al que han puesto Chispi, porque es una chispita,

Luego hemos conocido a más y más gente con perritos y nos juntamos todos los días y jugamos al que te pillo, aunque Blanqui siempre me quiere morder las orejitas y a mí no me gusta.

Así que unos días paseamos en bicicleta, otros andando y cada vez nos juntamos más gente y más perritos. La amita de Kira dice que somos una “perripandi” y organizan salidas a parques de los alrededores mientras esperamos a que nos terminen  éste, al que llaman Madrid Río.


De manera que normalmente nos juntamos con Keko, Chispi, Chiwi, Lucas y algún otro macho como Sam o Nilo y un montón de perritas, como Kira, Blanqui, Nana, Lupi, Luka, Pulgy Lola y yo.

Seguro que me dejo algún perrito sin nombrar, pero espero que no me lo tenga en cuenta.