miércoles, 19 de diciembre de 2012

CAPITULO X. ¿QUÉ TIENE EL TABACO?


Ya hace mucho que he cambiado los dientes de leche y me están saliendo los definitivos. Dentro de poco tendré mis 42 dientes para toda la vida.

Algunos dientes se me han caído mientras comía y me los he tragado sin querer; otros se han caído por el suelo y los ha barrido Inma. Los guarda y luego se los enseña a Ángel, cuando vuelve por la tarde. A veces le llama por teléfono.

-Gordo, a Uquita se le ha caído un colmillo. Tráeme tabaco cuando vuelvas, que hoy no he podido salir.

Ah, sí, el tabaco. Son como unos palitos que se encienden por un extremo y se chupan hasta que se consumen. Sueltan mucho, mucho humo. Inma fuma asomada a la ventana, para que yo no respire el humo, porque dice que el tabaco me perjudica. Supongo que a ella también, no entiendo por qué fuma.

Cuando Ángel vuelve con la cajita de tabaco nunca parece contento.

-Toma tu tabaco. No sé para qué te compro esto. Sabes que no deberías fumar.

-Mi amiga Pilar me ha apuntado a un proyecto de Sanidad para dejar de fumar. A la vuelta de las vacaciones empiezo.

Al ratito se ponen a jugar conmigo y me sacan de paseo. ¡Lo que me cuesta que me hagan caso!

Inma ha concertado, con el equipo de personas que coordina desde casa, una reunión para establecer los turnos de tutorías, atención al alumno y seguimiento de las memorias. Cosas de humanos de las que no entiendo ni quiero entender. El problema es que cuando tiene una reunión, sale de casa, generalmente con Ángel, y me dejan solita.

-Noa, te quedas a cuidar la casita. Sé buena y si alguien quiere entrar, cómetelo.

Y aquí me quedo. Me paso rato y rato llamándoles hasta que me canso y me quedo adormilada. Luego me subo a la silla que hay en la entrada para que me vean nada más entrar. Al poco rato me pongo a comprobar si tengo agua y comida para resistir una larga ausencia. Hay agua, pero ni rastro de bolitas. Entonces reviso mi escondite de huesitos.

Hay uno en el cestito donde acompaño a Inma y otro en mi casita, junto a la cama done duermen. Hay otro debajo del mueble del salón y otro bajo el sofá, pero este no lo puedo alcanzar, aunque está ya muy gastado y me da lo mismo.

Cuando ha pasado mucho, mucho rato, más de lo que tardo en contarlo, oigo el coche de Ángel. Tiene que pasar por la puerta de casa camino del garaje. Entonces me subo a la silla del recibidor y me quedo tranquilamente a esperar, con la cabecita entre las patas.

En el momento en que abren la puerta me pongo de pie y doy saltitos para que me cojan en brazos y los pueda regañar por tardar tanto. En vez de eso me pongo a lamer sus manos y cara.

-Mi bebé –dice Inma- ¿Te has portado bien? ¿Ha venido alguien y te lo has comido?

A veces, muy pocas, llaman al timbre de la puerta o al de la calle. Siempre son extraños, porque mi gente tiene llaves y no necesita llamar. Entonces me pongo un poco feroz y les informo de que me comeré crudo al primero que intente entrar en la casa. Suele surtir efecto porque enseguida se van.

Como premio a mi vigilancia me ponen mi collar de paseo y nos vamos a la calle.

-Ya está la canícula aquí –dice Ángel- ¿Cómo hacemos este año?

-Si te parece nos vamos con mis padres Uquita y yo. Y en cuanto puedas te vienes tú.

-Vale Tengo que iniciar tres pilotos y hacer los informes finales de otros dos. Cuando pueda me reúno con vosotras.

Así que volveremos a ver a los padres de Inma y a Neno, el perrito gruñón que no quiere jugar conmigo.

-A ver como la recibe Neno.

-Estará encantado de ver a la señorita Noa. Ya no es una cachorrita molesta. Dentro de poco tendrá su primer celo.

Así que a los pocos días estamos de camino para ver a los padres de Inma… y al antipático de su perro.

El viaje, esta vez sin sobresaltos que reseñar, fue bueno y nos presentamos en la puerta antes de lo previsto. Juan, el padre de Inma, traía una bolsa en una mano y la correa de Neno en la otra,

-Qué pronto habéis llegado –dijo- Mamá está en la peluquería. Ahora os abro

Entonces Neno empezó a darme besitos y a hacerme carantoñas y agachaditas para jugar. Yo ya había jugado antes con mis hermanitos al que te pillo, así nos pusimos a correr como locos calle abajo y calle arriba. Una vez dentro de la casa, me trajo sus juguetes uno a uno, sus pelotitas de goma y hasta los mendrugos de pan que esconde para comerse cuando está duros. ¡Vaya cambio!

Al poquito llegó Hortensia y se puso muy contenta de verme y yo de verla a ella. Al fin y al cabo, fue la que me sacó en bracitos de la tienda.

-¡Como has crecido! Te vas a hacer muy grandota.

¡Grandota! Soy un maltesa original, y no de esas razas diminutas como BIMBA, que han desarrollado genéticamente los humanos para que sean sus juguetes. De hecho, los llaman TOYS. Claro que me haré grandota, como mamá Sirta y como papa Yori. Y a mucha honra.

-Es igual –dice Inma- Yo preferiría que no pesara mucho, pero llegará a los cinco kilos al ritmo que va. Ya casi está de grande como Neno.

-Vaya dos. Mírale, si está como tonto con ella. Le ha sacado todos sus tesoros. Esa pelota la tiene escondida y la guarda como oro en paño.


Yo, mientras, me he subido al sofá, en el sitio favorito de Neno, porque es el rincón que más huele a perrito, y Neno me contempla desde abajo con adoración. Mis hermanos eran tres y no podían conmigo, así que a este le manejo como quiero.

-Niños, a comer. Este es para Noa y este para Neno. 




Pollito hervido con arroz y bolitas, sencillamente delicioso. Neno se ha dejado un poco de comida en su plato, así que me la he comido también. No se tira nada, ya se sabe.

Me parece que vamos a pasar un buen verano.

4 comentarios: