¡Están encantados conmigo,
qué os voy a decir! Hemos pasado dos días en casa de los padres de Inma y no he
conseguido jugar ni una sola vez al “que
te pillo” con Neno. Siempre que me acerco o le doy saltitos para jugar, me
gruñe y se aleja. ¡Qué perrito más antipático! Dice Inma que no quiere jugar
conmigo porque soy muy pequeña… ¡pequeña! ¡Si casi tengo todos los dientes!
Por fin nos hemos puesto en
camino hacia nuestra propia casa. Inma y Ángel han llenado la parte de atrás
del coche con maletas y bolsas de viaje, han puesto una mantita en el asiento trasero y me han colocado encima. Inma me ha ajustado un collar y me ha dicho
que me quede quieta.
Cuando se han despedido de
los padres nos hemos puesto en marcha. El asiento es muy alto; pero no veo
bien ni el exterior ni a mi nueva familia, así que me he bajado al piso y me he
arrastrado hasta los pies de Inma.
-Anda ésta ¿de donde sales tú?
–me ha cogido y me ha puesto sobre sus rodillas- Venga, mi bebé, quédate
quietecita y no te muevas, que los perritos no pueden ir delante.
Y todo el camino me hacia
caricias en la cabeza, detrás de las orejitas, y me decía cosas muy
tranquilizantes. A pesar de todo me sentía muy mal y me agitaba
constantemente, hasta que Inma ha pedido a Ángel que parase el coche.
Nos hemos bajado a un lado
de la carretera, en medio de la nada, y me he puesto a vomitar. Me daba mucha
rabia porque nunca me había pasado y casi, casi me ahogaba a cada rato Y sobre
todo porque pensaba que a Inma no le haría mucha gracia una perrita así. Pero
me equivocaba, desde luego.
-Pobrecita, se ha mareado. Procura ir menos deprisa, que el coche se mueve mucho.
-Un monstruo del Lago Ness
y vomitón además. Pues si que… toma estas toallitas y limpia a la señorita Noa,
que te pondrás perdida si no…
-¿A qué hora sale el barco?
-A las siete. Faltan dos
horas, pero en 30 minutos habremos llegado al puerto. Eso si la señorita Noa nos deja.
-Ya está limpita. No seas
gruñón y vámonos ya.
Otra vez en marcha hacia el
barco, sea lo que sea eso. Durante el trayecto Inma no me soltado ni un instante
para que no me revolviera más, hasta que hemos llegado a nuestro destino. Ángel
ha parado el coche delante de una construcción de metal enorme, que flotaba en
el agua y estaba atada a tierra firme con enormes cuerdas. Menos mal que esta
cosa está bien sujeta, pensé, porque a pesar de haber tanta agua seguro que se
hundiría.
Después de una parada muy
corta, en la que no nos hemos bajado ni Inma ni yo, Ángel ha llevado el coche a
la parte trasera de esa cosa, que estaba abierta como una boca gigante y se iba
tragando los coches que estaban aparcados delante del nuestro. Por fin nos
hemos parado y unos hombres que estaban fuera han sujetado el coche con cuerdas
para que no se mueva.
Inma me ha metido en mi
cestito, se lo ha colgado al hombro y se ha puesto a andar con rapidez. Como no
veía nada intentaba sacar la cabecita fuera, pero Inma me ha hecho retroceder empujándome.
-Estate quieta, Nueta, o nos
echarán del barco. Aquí los perritos tienen que ir en la bodega, dentro de una
jaula y no es nada agradable.
Así que eso era el barco. Yo
quería ver más, pero Inma estaba muy firme. Ha cerrado la cremallera lo
suficiente para que asome la naricita, pero no puedo sacar la cabeza.
-Espera a que estemos en el
camarote y estate calladita y quieta.
Y me ha dado un golpecito
suave como hacía mamá Sirta cuando quería que me portase bien. De modo que me
he acurrucado lo más cerca posible de ella y me he quedado quieta.
Al poquito hemos llegado al
camarote y me han sacado del cestito. Inma ha puesto hojas de periódico en el
suelo, dobladas por un lateral, formando una especie de cajita y me ha colocado encima. El papel es como el que nos ponía en las jaulitas de cristal de la
tienda, pero sin cortar en tiras. Cada vez que me salía de la piscina de papel,
me volvían a colocar dentro.
-Aquí, pis, Noa. Aquí pis.
Al poco el barco se ha puesto
en marcha y se me ha escapado un gritito. Entonces Inma me ha cogido y se ha
sentado conmigo encima, susurrando.
-Tranquila, naricita de bombón,
que enseguida llegamos. Tranquila - Y me daba palmaditas.
No sé calcular cuanto tiempo
ha pasado, hasta que Ángel, que miraba
por ventana, ha dicho que ya estábamos llegando. Me han puesto de nuevo sobre
los papeles y han repetido la misma cantinela
-Aquí pis, Noa. Aquí pis.
Se han puesto muy contentos
cuando he empezado a dar vueltas y he levantado la patita trasera. Luego me
han dado una golosina y me han hecho todo tipo de fiestas.
-Muy bien, Noa, muy bien.
Aquí pis.
Después han recogido los
papeles y los han tirado por la cisterna. De vuelta al cestito, y
nuevas recomendaciones de estar en silencio, aunque total, si ya hemos llegado ¿qué
más da que nos echen del barco si me ven? Bueno, a lo mejor se quedaban con el
coche y las maletas y todas mis cosas que van dentro.
Después de una espera
interminable los coches que estaban detrás del nuestro han ido saliendo y por
fin nos movemos. Ahora ya estoy fuera y miro tranquilamente por la ventana.
Aparentemente estamos en el mismo sitio, un puerto con barcos y demás, pero el
aire huele distinto. Antes olía más a pinos y ahora huele a sabinas.
-¿Qué tal va el coche?-
preguntó Inma- ¿Es como te esperabas?
-Va muy bien. Es mucho más
cómodo de lo que creía y muy confortable.
-Coche nuevo y perrita
nueva. Empieza una nueva era. Noa, bienvenida a las pitiusas. Espero que te
guste Ibiza.
Llegamos a casa enseguida,
en la parte alta de la ciudad. Al deshacer el equipaje se han ido colocando
las cosas en su lugar correspondiente. Mi casita está a un lado de la cama, el
cestito cerca de la mesa de trabajo de Inma y mis juguetes (una ratita de goma,
un chupete y un Pluto) en un cesto de mimbre. Luego han puesto una toalla en el suelo para mí y me la he apropiado inmediatamente.
No he parado de recorrer la
casa, que me parece enorme. En la galería hay plantas con muchas flores. Inma
está colocando las hojas de periódico en forma de piscina… Aquí pis, Noa,
decía a cada rato.
Aunque sin duda algún día
dormiré en mi casita, esta noche la he pasado con los dos, a los pies de Inma.
Al principio no paraba de dar vueltas, y vueltas, hasta que he oído la voz enérgica
de Ángel.
-Nouca, a dormir.
Me gusta mi nueva casa, en efecto. Me gusta.
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