Ya hace mucho que he
cambiado los dientes de leche y me están saliendo los definitivos. Dentro de
poco tendré mis 42 dientes para toda la vida.
Algunos dientes se me han caído
mientras comía y me los he tragado sin querer; otros se han caído por el suelo
y los ha barrido Inma. Los guarda y luego se los enseña a Ángel, cuando vuelve
por la tarde. A veces le llama por teléfono.
-Gordo, a Uquita se le ha caído
un colmillo. Tráeme tabaco cuando vuelvas, que hoy no he podido salir.
Ah, sí, el tabaco. Son como
unos palitos que se encienden por un extremo y se chupan hasta que se consumen. Sueltan mucho, mucho humo. Inma fuma asomada a la ventana, para que yo no respire el
humo, porque dice que el tabaco me perjudica. Supongo que a ella también, no entiendo por qué fuma.
Cuando Ángel vuelve con la
cajita de tabaco nunca parece contento.
-Toma tu tabaco. No sé para qué
te compro esto. Sabes que no deberías fumar.
-Mi amiga Pilar me ha
apuntado a un proyecto de Sanidad para dejar de fumar. A la vuelta de las
vacaciones empiezo.
Al ratito se ponen a jugar
conmigo y me sacan de paseo. ¡Lo que me cuesta que me hagan caso!
Inma ha concertado, con el equipo
de personas que coordina desde casa, una reunión para establecer los turnos de
tutorías, atención al alumno y seguimiento de las memorias. Cosas de humanos de
las que no entiendo ni quiero entender. El problema es que cuando tiene una
reunión, sale de casa, generalmente con Ángel, y me dejan solita.
-Noa, te quedas a cuidar la
casita. Sé buena y si alguien quiere entrar, cómetelo.
Y aquí me quedo. Me paso rato
y rato llamándoles hasta que me canso y me quedo adormilada. Luego me subo a la
silla que hay en la entrada para que me vean nada más entrar. Al poco rato me
pongo a comprobar si tengo agua y comida para resistir una larga ausencia. Hay
agua, pero ni rastro de bolitas. Entonces reviso mi escondite de huesitos.
Hay uno en el cestito donde acompaño a Inma y otro en mi casita, junto a la cama done duermen. Hay otro debajo del mueble del salón y otro bajo el sofá, pero este no lo puedo alcanzar, aunque está ya muy gastado y me da lo mismo.
Cuando ha pasado mucho, mucho
rato, más de lo que tardo en contarlo, oigo el coche de Ángel. Tiene que pasar
por la puerta de casa camino del garaje. Entonces me subo a la silla del recibidor
y me quedo tranquilamente a esperar, con la cabecita entre las patas.
En el momento en que abren la puerta me
pongo de pie y doy saltitos para que me cojan en brazos y los pueda regañar por
tardar tanto. En vez de eso me pongo a lamer sus manos y cara.
-Mi bebé –dice Inma- ¿Te has
portado bien? ¿Ha venido alguien y te lo has comido?
A veces, muy pocas, llaman
al timbre de la puerta o al de la calle. Siempre son extraños, porque mi
gente tiene llaves y no necesita llamar. Entonces me pongo un poco feroz y les
informo de que me comeré crudo al primero que intente entrar en la casa. Suele
surtir efecto porque enseguida se van.
Como premio a mi vigilancia
me ponen mi collar de paseo y nos vamos a la calle.
-Ya está la canícula aquí –dice Ángel- ¿Cómo hacemos este año?
-Si te parece nos vamos con
mis padres Uquita y yo. Y en cuanto puedas te vienes tú.
-Vale Tengo que iniciar tres
pilotos y hacer los informes finales de otros dos. Cuando pueda me reúno con
vosotras.
Así que volveremos a ver a
los padres de Inma y a Neno, el perrito gruñón que no quiere jugar conmigo.
-A ver como la recibe Neno.
-Estará encantado de ver a
la señorita Noa. Ya no es una cachorrita molesta. Dentro de poco tendrá su
primer celo.
Así que a los pocos días
estamos de camino para ver a los padres de Inma… y al antipático de su perro.
El viaje, esta vez sin
sobresaltos que reseñar, fue bueno y nos presentamos en la puerta antes de lo
previsto. Juan, el padre de Inma, traía una bolsa en una mano y la correa de
Neno en la otra,
-Qué pronto habéis llegado –dijo-
Mamá está en la peluquería. Ahora os abro
Entonces Neno empezó a darme
besitos y a hacerme carantoñas y agachaditas para jugar. Yo ya había jugado
antes con mis hermanitos al que te pillo, así nos pusimos a correr como locos
calle abajo y calle arriba. Una vez dentro de la casa, me trajo sus juguetes
uno a uno, sus pelotitas de goma y hasta los mendrugos de pan que esconde para
comerse cuando está duros. ¡Vaya cambio!
Al poquito llegó Hortensia y
se puso muy contenta de verme y yo de verla a ella. Al fin y al cabo, fue la
que me sacó en bracitos de la tienda.
-¡Como has crecido! Te vas a
hacer muy grandota.
¡Grandota! Soy un maltesa
original, y no de esas razas diminutas como BIMBA, que han desarrollado genéticamente los humanos para que sean
sus juguetes. De hecho, los llaman TOYS.
Claro que me haré grandota, como mamá Sirta
y como papa Yori. Y a mucha honra.
-Es igual –dice Inma- Yo
preferiría que no pesara mucho, pero llegará a los cinco kilos al ritmo que va.
Ya casi está de grande como Neno.
-Vaya dos. Mírale, si está
como tonto con ella. Le ha sacado todos sus tesoros. Esa pelota la tiene escondida
y la guarda como oro en paño.
Yo, mientras, me he subido
al sofá, en el sitio favorito de Neno, porque es el rincón que más huele a
perrito, y Neno me contempla desde abajo con adoración. Mis hermanos eran tres
y no podían conmigo, así que a este le manejo como quiero.
-Niños, a comer. Este es
para Noa y este para Neno.
Pollito hervido con arroz y
bolitas, sencillamente delicioso. Neno se ha dejado un poco de comida en su
plato, así que me la he comido también. No se tira nada, ya se sabe.
Me parece que vamos a pasar
un buen verano.
Esta Noita me tiene robado el corazon.
ResponderEliminarY a mi tb.
EliminarMe encanta. Como siempre
ResponderEliminarMe estoy enganchando; me encanta
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