martes, 11 de diciembre de 2012

CAPÍTULO IX NOITA LA TERMITA



Tengo que daros una estupenda noticia a todos: Ya tengo mis primeros 28 dientes de leche. Me faltan los primeros premolares y toooodos los molares, pero ya me saldrán cuando se me caigan los actuales.

Como me pongo a roer todo lo que se pone a mi alcance me han comprado un chupete de goma y una ratita que hace un ruido muy simpático cuando la muerdo.

Inma se queda en casa todo el día. Así que yo me acomodo en el cestito que hay junto a su escritorio y nos hacemos compañía. A mediodía deja de teclear lo que sea que esté haciendo y me prepara la comida: Pollo hervido, arroz y bolitas. El pollo lo desmenuza con mucho cuidado para que no queden trozos grandes ¿Es que no sabe que ya tengo dientes afilados y que puedo triturar lo que sea?

Por la tarde llega Ángel y yo le espero en la puerta. En cuanto entra me pongo a dar saltos de alegría y él se agacha para que le dé chupetones por toda la cara. Luego me sube hasta la altura de sus ojos y me dice:
-        Señorita Noa ¿has sido buena? ¿Cuántas sillas te has comido hoy?

Y es que me encanta roer las patas de las sillas, sobre todo las más finitas. Al parecer esto no está del todo bien porque Inma me regaña cada vez que me ve.
-        Noita, la termita, deja de comerte las patas de las sillas. ¿Ves la zapatilla? –dice señalándose un pie.

Yo, por si acaso, dejo de roer patas y me voy a mi casita, no vaya a ser que se le escape la zapatilla y me dé a mí.

Cuando Ángel me deja en el suelo, se acerca a Inma y también se dan besitos y se alegran, pero sin dar saltitos. Luego Inma le cuenta todas las travesuras que he hecho y los dos me miran y se ríen.


Hoy ha venido a vernos una amiga de Inma, Pilar, con su perrita que se llama Bimba.
 
Es una maltesita de las llamadas TOYS, un maltés en miniatura. Tiene dos años y sólo es poquito mayor que yo. Claro, tiene el pelo muy largo, casi como mamá Sirta, pero no es ni la mitad de guapa que ella.

Nos hemos puesto a jugar enseguida, y la he dejado coger mis juguetes y mi pelotita de goma. Cuando una tenía la pelota, la otra la perseguía hasta que la soltaba o se le escapaba, y así todo el tiempo.La botella de plástico no la puede coger como yo.

Cuando la amiga de Inma se marchaba, me cogió en brazos y comentó que estaba casi tan grande como Bimba.
-        Menuda grandona se te va a hacer. Lo menos llegará a los seis kilos.
-        A mí me da igual - dijo Inma - lo importante es que esté sana y feliz.

¡Esta es mi chica! No le importa si me hago más grande que Bimba, sólo quiere que esté sana y feliz. 
Como para no estar contenta.

Luego le ha dicho a Ángel que lo muerdo casi todo y que he hecho algo muy gracioso pero muy indebido a la vez: Me he comido un boli.

Os lo voy a contar para que no lo hagáis vosotros. Resulta que en el suelo había una especie de palito de plástico transparente y lo he tomado por un juguete. Así que  me he puesto a roer, sujetando el palito con mis patitas delanteras, hasta que he llegado a una pasta espesa, con un sabor muy desagradable y lo he dejado en el suelo otra vez. Se me ha puesto la lengua azul y he aprendido que esas cositas brillantes no se comen.

Después de contarse sus distintas actividades me han colocado mi arnés y han enganchado la correa y nos hemos ido  a la calle.

CALLE, palabra mágica, que es igual que salir, paseo, vamos fuera, etc. Cada vez que oigo esta expresión me pongo como loca de alegría y no paro quieta hasta que me lo ordenan – Quieta, Noita, o te quedas aquí. – Entonces no muevo ni las pestañas y cuando tengo todo me voy a la puerta y me siento muy seriecita mientras Inma se prepara para salir.

En la calle me lo paso en grande. El otro día fuimos al veterinario para darle las gracias por descubrir que tenía pulgas. ¡Pulgas! – No es posible – decía Ángel. En la tienda nos dijeron que estaba tratada con Stronghold. Es el mayor antiparasitario que existe.
-       Si la hubieran administrado Stronghold no tendría pulgas, en efecto. Me temo que no se lo han puesto.
-        ¿Lo puedes certificar?
-      Yo os puedo hacer un certificado conforme que en el día de hoy la perrita tiene pulgas. Mi opinión es que no ha sido tratada previamente, pero eso no lo puedo certificar.
-     Nos vale así – dijo Inma – Lo llevaremos a la oficina municipal y que actúen como crean conveniente.

Y así lo hicieron. Los de la tienda tuvieron que recibir una buena regañina (o alguien les enseñó la zapatilla) porque llamaron para disculparse y hasta hablaron con MI veterinario. Este sí que entiende a los perritos.

Tengo que confesar que la calle está llena de olores que los humanos apenas perciben. Su olfato, su oído y su vista no se parecen en nada a la nuestra. Yo puedo distinguir cuando llega Ángel por el sonido de su coche. Y sé cuándo está en la casa por el olor. Inma no se entera hasta que oye la llave en la cerradura. Menos mal que estoy yo aquí y se lo advierto con antelación para que se dé cuenta.

En la calle Inma me lleva por su lado derecho y no me deja ir ni muy deprisa ni muy despacio, por lo que me he acostumbrado a ir a su paso. De vez en cuando se paran delante de algún escaparate y después de cuchichear un rato (igual se piensan que no les oigo) seguimos caminando.

En las tiendas en las que no se vende comida me dejan entrar. En las otras me quedo esperando en la puerta, menos en la panadería. La señora que vende el pan dice que puedo pasar, que en la calle dejaron un día a un yorkshire y se lo llevaron. El disgusto debió ser muy grande tanto para el perrito como para su manada humana.

Cuando me tengo que quedar fuera, Inma o Ángel me acompañan. Por si acaso.

Luego volvemos a casa con bolsas y paquetes y siempre, siempre me han comprado alguna cosa. Huesitos y chuches, principalmente, para cuando me porto bien, que debe ser casi siempre. Aunque arañe las patas de las sillas, después de la cena me dan una chuche.
-        Ten Uca-Uca – dice Inma - que has sido muy buena.
-        ¿Uca-Uca? – pregunta Ángel.
-        Sí, de Noa, Nouca, Uca-Uca…
-        Le pega más Noita, la termita.

Y se ríen mientras me miran. La verdad es que me llamen como me llamen, yo siempre acudo. 
Por si las chuches.

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