lunes, 19 de noviembre de 2012

CAPÍTULO VI. EL VIAJE

Uf, por fin puedo contar lo que ha pasado esta última semana. Primero quiero deciros que estoy con una pareja de humanos y que estoy muy bien, no os vayáis a imaginar otra cosa.

Hace unos días, no puedo precisar cuantos, llegaron unos grandotes vestidos con monos blancos. Traían unas hojas de papel en la mano, con los datos de las jaulitas que buscaban, y no tardaron en encontrar la nuestra y todas las demás. Abrieron las puertas tranquilamente y me acordé de mamá Pitney, la Yorkshire, el día que vinieron a llevarse a sus cachorros, porque miré a mamá Sirta y tenía la misma expresión.

- Este día tenía que llegar -dijo mamá- y no lo podemos evitar. Dentro de poco ya estaréis lejos y será muy triste para todos, pero mañana amanecerá de nuevo y tenemos que seguir viviendo.  Nos tengáis temor y recordad todo lo que os he enseñado.


Luego los grandotes nos han metido en las cajas enrejadas que usan para estos fines y nos han llevado a un remolque con forma de jaulita en la que nos ha ido metiendo a todos. Teníais que ver el tremendo jaleo que se ha montado, con cerca de 30 cachorros de diferentes razas aullando en el exterior de la granja y los perros de dentro ladrando como demonios. 





Había dos coches con sus remolques y enseguida se ha puesto en marcha. Mis hermanos y yo hemos pegado las caritas a los barrotes para ver el que había sido nuestro mundo hasta entonces. Mientras la granja se hacía más y más pequeña, me di cuenta de que el exterior era enorme, mucho más grande de lo que habría imaginado y que me costaría mucho tiempo regresar con mamá Sirta si conseguía escapar alguna vez.

Después de mucho, mucho rato nos sacaron de los remolques y nos pusieron dentro de un camión, en el que no se veía la calle y la poca luz que entraba era cada vez más tenue. 

Ahora estábamos todos muy calladitos y un poco asustados, la verdad. Yo me apretujaba con mis hermanitos y procuraba recordar lo que mamá Sirta nos repetía: Los humanos suelen formar manadas de dos o más personas y a algunos les gusta añadir un perro a su grupo. Entonces me puse a pensar cómo sería eso de formar manada con humanos hasta que me quede dormida.

No sé cuanto tiempo pasó; pero al despertar el camión ya estaba en marcha y apenas entraba luz a su interior. De vez en cuando se paraba y unas personas cogían algunas cajas con perritos dentro y las sacaban del camión. Así varias veces hasta que bajaron nuestra caja y nos metieron en un edificio muy iluminado. Se oían todo tipo de ruidos familiares, como cuando estábamos en la granja, porque había muchos perros y otros animales dentro.

Un humano con ropa de color verde nos cogió uno a uno y nos palpaba como si nos quisiera buscar algo. Seguramente no lo encontró porque nos fue poniendo una pequeña pieza de metal debajo de la piel y luego nos volvió a palpar. Esta vez se oyó un pitidito y el humano pareció satisfecho.
- Estos ya tienen el chip -dijo a otra persona a su espalda-. Si ya tienes los papeles, firma la entrega y ponles agua y comida. Tienen que estar hambrientos.

Claro que estábamos hambrientos. ¡Todo el día sin comer ni beber! Nos llevaron a una jaula toda metálica, con el suelo lleno de tiras de papel y colocaron recipientes con agua y comida. Nos pusimos a comer como locos y, como de costumbre, los tres zangolotinos rodearon el comedero y no me dejaban probar bocado. Tuve que empujarlos uno a uno para poder saciar el hambre. La verdad es que las bolitas no estaban muy buenas, pero me las hubiera comido igual aunque fuesen de madera.

Comimos hasta que no pudimos más y luego bebimos agua. No estaba muy fría y sabía diferente a la de la granja, como a medicina, pero era agua y teníamos sed. Poco después nos quedamos dormidos.


A la mañana siguiente nos pusieron en una caja con las paredes de cristal en las que, por un lado, podíamos ver la calle y por el otro el interior de la tienda. En otras cajas similares había gatos, conejos, pájaros chillones, serpientes y hasta peces. Sí, sí, peces. Habían llenado varias cajas con agua y dentro nadaban peces de diferentes formas, tamaños y colores.





Durante el tiempo que la tienda tiene luz entran muchas personas, hombres, mujeres y niños, y se ponen a mirar a los animales con mucho interés. De vez en cuando los cuidadores de la tienda abren una de las cajas y extraen a uno de sus inquilinos y lo ponen en los brazos del visitante. Después de firmar unos papeles se van con su mascota. Supongo que así es como los humanos nos seleccionan para formar parte de sus manadas.

Ya han pasado tres días desde que estamos en la tienda. Cuando apagan las luces nos llevan al interior para dormir. A veces nos examina una de las personas jóvenes que se ocupan del traslado y juega un ratito con alguno de nosotros. 

Mañana, cuando nos saquen a la cajita de cristal, sólo estaremos uno de mis hermanos y yo.




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