Anoche pasó algo realmente divertido. Hacía un buen
rato que se había puesto el sol y todo estaba oscuro. La mayoría de las manadas
de la perrera dormían o descansaban, pero sin hacer ruido para no molestar sin
necesidad a las otras manadas.
De repente se ha oído un chasquido. Uno de los grandotes ha tocado el resorte de la pared que hace que se ilumine la granja de noche y ha empezado a dar grandes voces.
-¡UNA RATA, UNA RATA!
Si os podéis imaginar a más de 30 perros adultos y unos 60
cachorros ladrando y gruñendo todos a la vez, tendréis una idea aproximada de
lo que sucedió a partir de ese momento.
En efecto, una rata enorme, más grande que cualquiera
de mis hermanos, estaba escondida en un rincón con sus afilados dientes
asomando por la boca, con los ojos enrojecidos y agitando su larga cola. Había
escapado de una trampa que le habían puesto los humanos, porque estos bichos
son muy listos, pero el ruido de la trampa al cerrarse despertó a todo el mundo
y ahora estaba acorralada.
Enseguida han llegado más cuidadores y el que parece
ser el líder de su manada ha extendido una de sus patas delanteras hacía
nuestra perrera.
-¡TRAED a SIRTA! ¡VAMOS, QUE VENGA SIRTA!
-¡TRAED a SIRTA! ¡VAMOS, QUE VENGA SIRTA!
Mamá se ha quedado muy tranquila. Luego, con mucha
seriedad, nos ha hecho entender que, pase lo que pase, siempre tenemos que
recordar todo lo que nos ha enseñado.
Uno de los cuidadores, el que nos trae habitualmente la comida de
mamá y el agua, se ha acercado a nuestra jaulita y ha abierto la valla para
que salga mamá Sirta. Como podéis imaginar los cuatro cachorritos hemos salido
detrás, muy serios, porque parece que va a ocurrir algo importante.
-Perro, no te acerques o te morderé la cara. Te
arrancaré la nariz y los ojos y te desangrarás -decía la rata-. No tienes por
qué arriesgarte por los humanos, no lo merecen.
Mamá Sirta se ha agazapado delante de la rata, con un
gruñido largo y ronco.
-No estoy aquí por los humanos; pero no voy a
consentir que te comas y estropees la comida que nos dan. Nos es mucha, ni muy
rica, pero es lo que comen las otras razas, lo que como yo y lo que comerán mis
cachorros.
-Tú lo has querido, entonces. Cuando acabe contigo
¿quién protegerá a tus crías?
Uno de los grandotes se dio cuenta de que “las crías”
estábamos en el suelo, delante de ellos, imitando los movimientos de mamá.
-¡MIRAD, LOS CACHORROS DE SIRTA SE HAN ESCAPADO!- y ha intentado apartarnos. -¡DÉJALOS, TIENEN QUE APRENDER!- ha dicho el líder y ya nadie nos ha molestado.
-¡MIRAD, LOS CACHORROS DE SIRTA SE HAN ESCAPADO!- y ha intentado apartarnos. -¡DÉJALOS, TIENEN QUE APRENDER!- ha dicho el líder y ya nadie nos ha molestado.
-Si sólo te limitaras a robar comida, no me
importaría, porque todos los seres tenemos derecho a comer para sobrevivir. Lo
que no puedo tolerar es que ataques a las crías recién nacidas, ni las
enfermedades que vas repartiendo por donde pasas…
Lo que ocurrió a continuación tengo que contarlo
despacio para que no se me olvide nada, porque apenas duró lo que yo tardo en rascar
mis orejitas.
Mamá nos ha mirado para comprobar si estábamos a una
distancia adecuada. En ese momento la rata ha dado un salto hacia adelante
con las cuatro patas extendidas para agarrarse al largo pelo de mamá y morder
su nariz y sus ojos. Hay que decir que la nariz de los perros es muy delicada y
si una rata la muerde se pierde mucha sangre. Pero eso no ha ocurrido hoy.
Los ojos de mamá, cubiertos parcialmente por su flequillo, a veces no
son visibles para los demás, pero ella ve perfectamente a través de su cortina
blanca. De modo que, al girar la cabeza hacia nosotros, la rata creyó que no la
estaba mirando, cuando en realidad, no le había quitado la vista de encima ni
un solo momento.
Cuando la rata ha sallanzado tado hacia adelante mamá Sirta
se ha erguido sobre sus patas traseras saltando hacia un lado; pero ha
mantenido la cabeza siempre de frente a la rata. Este asqueroso ser se ha
encontrado de repente con que donde estaba la cabeza de mamá ya no había nada
y que iba a caer sobre la tierra de la perrera. Antes de llegar a rozar el
suelo los dientes de mamá, que nos
atrapan con tanto cuidado a mis hermanitos y a mí, se han cerrado sobre su
lomo parando su salto en seco. El gruñido áspero de mamá y los chillidos de la
rata eran sobrecogedores.
-¡BIEN! ¡YA LA HA COGIDO! ¡VAMOS SIRTA, TERMINA CON
ELLA!- ha dicho el líder; pero la verdad es que no hacía falta que dijera nada. Mamá
ha sostenido al asqueroso bicho un rato, delante de nuestras caras. Teníais que
ver como trataba de revolverse y morder a mamá con sus afilados dientes, pero
todos sus esfuerzos eran inútiles.
-Suéltame, perro o me comeré a tus cachorros uno tras
otro– amenazaba la rata.
Teniendo en cuenta su posición, hay que reconocer que no le faltaba descaro.
Cuando mamá ha estado segura de que no nos perdíamos
detalle, ha sacudido su cabeza con una energía especial, se ha oído un
chasquido seco y la rata ha dejado de moverse.
Como podía ser un truco, mamá la
ha levantado en el aire con un nuevo movimiento de cabeza y cuando estaba a
punto de llegar al suelo ha repetido todo el proceso.
La ha vuelto a sujetar por el lomo antes de rozar la
tierra y ha sacudido su cabeza con más fuerza que antes, sin soltar a su presa.
Después ha abierto la boca y, sencillamente, la ha
dejado caer.
-Otras ratas intentarán comerse a mis cachorros, pero tú
no. Ellos saben ahora que no deben teneros miedo.
Dicho esto se ha acercado a nosotros y nos ha empezado
a lamer de arriba abajo, como si hiciera mucho tiempo que no nos veía.
Todos los perros se han puesto a ladrar de alegría, y
felicitaban a mamá por su valor y sabiduría. Los humanos se han quedado mudos un momento,
pero luego han metido a la rata en un saco para sacarla fuera.
-¡BRAVO SIRTA, BRAVO!, decía el líder.
-¡BRAVO SIRTA, BRAVO!, decía el líder.
Mamá se ha dirigido tranquilamente a nuestra jaulita, seguida por sus orgullosos cachorros. No hemos podido dormir
en lo que quedaba de noche. El mayor de mis hermanos le hacía repetir una y
otra vez la técnica de atrapar a la rata cuando te salta a la cara, pero mamá
le ha dicho que espere a tener dientes. Todos hemos deseado tener dientes hoy
mismo, pero mamá nos ha dicho que no tengamos ninguna prisa con los dientes,
que ya nos saldrán.
Luego se ha vuelto hacia Pitney, la mamá yorkshire, y
le ha dicho que en el sitio en el que están sus cachorros no es probable que haya
ratas. No estoy muy segura, pero creo que Pitney se ha quedado más tranquila al
oírla.
El resto del día lo hemos pasado jugando a “ratas y malteses”, pero como no tenemos
dientes sólo nos dábamos topetazos y movíamos la cabeza con energía, imitando
el ronco gruñido de mamá Sirta, la caza-ratas.
Pobres ratas, lo fácil que hubiese sido dejarla marchar hacia los cubos de basuras, son muy apañaitas y comen de todo.
ResponderEliminarTe entiendo, Benimollimo, pero así son las cosas. Las ratas y los malteses son enemigos atávicos. Los marinos del mediterráneo embarcaban malteses para que sus navíos estuvieran libres de ratas. Es como la mangosta y la cobra: sólo puede quedar uno.
ResponderEliminar