miércoles, 24 de octubre de 2012

II. MAMÁ SIRTA


Anoche pasó algo realmente divertido. Hacía un buen rato que se había puesto el sol y todo estaba oscuro. La mayoría de las manadas de la perrera dormían o descansaban, pero sin hacer ruido para no molestar sin necesidad a las otras manadas.

De repente se ha oído un chasquido. Uno de los grandotes ha tocado el resorte de la pared que hace que se ilumine la granja de noche y ha empezado a dar grandes voces. 
-¡UNA RATA, UNA RATA!

Si os podéis imaginar a más de 30 perros adultos y unos 60 cachorros ladrando y gruñendo todos a la vez, tendréis una idea aproximada de lo que sucedió a partir de ese momento.


En efecto, una rata enorme, más grande que cualquiera de mis hermanos, estaba escondida en un rincón con sus afilados dientes asomando por la boca, con los ojos enrojecidos y agitando su larga cola. Había escapado de una trampa que le habían puesto los humanos, porque estos bichos son muy listos, pero el ruido de la trampa al cerrarse despertó a todo el mundo y ahora estaba acorralada.


Enseguida han llegado más cuidadores y el que parece ser el líder de su manada ha extendido una de sus patas delanteras hacía nuestra perrera. 
-¡TRAED a SIRTA! ¡VAMOS, QUE VENGA SIRTA!

Mamá se ha quedado muy tranquila. Luego, con mucha seriedad, nos ha hecho entender que, pase lo que pase, siempre tenemos que recordar todo lo que nos ha enseñado.

Uno de los cuidadores, el que nos trae habitualmente la comida de mamá y el agua, se ha acercado a nuestra jaulita y ha abierto la valla para que salga mamá Sirta. Como podéis imaginar los cuatro cachorritos hemos salido detrás, muy serios, porque parece que va a ocurrir algo importante.

Tres humanos estaban a una prudente distancia de la rata, sosteniendo unos palos largos para mantenerla a raya. Mamá se ha adelantado y se ha puesto tranquilamente delante de ella.


-Perro, no te acerques o te morderé la cara. Te arrancaré la nariz y los ojos y te desangrarás -decía la rata-. No tienes por qué arriesgarte por los humanos, no lo merecen.

Mamá Sirta se ha agazapado delante de la rata, con un gruñido largo y ronco.

-No estoy aquí por los humanos; pero no voy a consentir que te comas y estropees la comida que nos dan. Nos es mucha, ni muy rica, pero es lo que comen las otras razas, lo que como yo y lo que comerán mis cachorros.

-Tú lo has querido, entonces. Cuando acabe contigo ¿quién protegerá a tus crías?

Uno de los grandotes se dio cuenta de que “las crías” estábamos en el suelo, delante de ellos, imitando los movimientos de mamá. 
-¡MIRAD, LOS CACHORROS DE SIRTA SE HAN ESCAPADO!- y ha intentado apartarnos. -¡DÉJALOS, TIENEN QUE APRENDER!- ha dicho el líder y ya nadie nos ha molestado.

-Si sólo te limitaras a robar comida, no me importaría, porque todos los seres tenemos derecho a comer para sobrevivir. Lo que no puedo tolerar es que ataques a las crías recién nacidas, ni las enfermedades que vas repartiendo por donde pasas…

Lo que ocurrió a continuación tengo que contarlo despacio para que no se me olvide nada, porque apenas duró lo que yo tardo en rascar mis orejitas.

Mamá nos ha mirado para comprobar si estábamos a una distancia adecuada. En ese momento la rata ha dado un salto hacia adelante con las cuatro patas extendidas para agarrarse al largo pelo de mamá y morder su nariz y sus ojos. Hay que decir que la nariz de los perros es muy delicada y si una rata la muerde se pierde mucha sangre. Pero eso no ha ocurrido hoy.

Los ojos de mamá, cubiertos parcialmente por su flequillo, a veces no son visibles para los demás, pero ella ve perfectamente a través de su cortina blanca. De modo que, al girar la cabeza hacia nosotros, la rata creyó que no la estaba mirando, cuando en realidad, no le había quitado la vista de encima ni un solo momento.

Cuando la rata ha sallanzado tado hacia adelante mamá Sirta se ha erguido sobre sus patas traseras saltando hacia un lado; pero ha mantenido la cabeza siempre de frente a la rata. Este asqueroso ser se ha encontrado de repente con que donde estaba la cabeza de mamá ya no había nada y que iba a caer sobre la tierra de la perrera. Antes de llegar a rozar el suelo los dientes de mamá, que nos atrapan con tanto cuidado a mis hermanitos y a mí, se han cerrado sobre su lomo parando su salto en seco. El gruñido áspero de mamá y los chillidos de la rata eran sobrecogedores.

-¡BIEN! ¡YA LA HA COGIDO! ¡VAMOS SIRTA, TERMINA CON ELLA!- ha dicho el líder; pero la verdad es que no hacía falta que dijera nada. Mamá ha sostenido al asqueroso bicho un rato, delante de nuestras caras. Teníais que ver como trataba de revolverse y morder a mamá con sus afilados dientes, pero todos sus esfuerzos eran inútiles.

-Suéltame, perro o me comeré a tus cachorros uno tras otro– amenazaba la rata.

Teniendo en cuenta su posición, hay que reconocer que no le faltaba descaro.

Cuando mamá ha estado segura de que no nos perdíamos detalle, ha sacudido su cabeza con una energía especial, se ha oído un chasquido seco y la rata ha dejado de moverse. 

Como podía ser un truco, mamá la ha levantado en el aire con un nuevo movimiento de cabeza y cuando estaba a punto de llegar al suelo ha repetido todo el proceso.

La ha vuelto a sujetar por el lomo antes de rozar la tierra y ha sacudido su cabeza con más fuerza que antes, sin soltar a su presa.

Después ha abierto la boca y, sencillamente, la ha dejado caer.

-Otras ratas intentarán comerse a mis cachorros, pero tú no. Ellos saben ahora que no deben teneros miedo.

Dicho esto se ha acercado a nosotros y nos ha empezado a lamer de arriba abajo, como si hiciera mucho tiempo que no nos veía.

Todos los perros se han puesto a ladrar de alegría, y felicitaban a mamá por su valor y sabiduría.  Los humanos se han quedado mudos un momento, pero luego han metido a la rata en un saco para sacarla fuera. 
-¡BRAVO SIRTA, BRAVO!, decía el líder.

Mamá se ha dirigido tranquilamente a nuestra jaulita, seguida por sus orgullosos cachorros. No hemos podido dormir en lo que quedaba de noche. El mayor de mis hermanos le hacía repetir una y otra vez la técnica de atrapar a la rata cuando te salta a la cara, pero mamá le ha dicho que espere a tener dientes. Todos hemos deseado tener dientes hoy mismo, pero mamá nos ha dicho que no tengamos ninguna prisa con los dientes, que ya nos saldrán.

Luego se ha vuelto hacia Pitney, la mamá yorkshire, y le ha dicho que en el sitio en el que están sus cachorros no es probable que haya ratas. No estoy muy segura, pero creo que Pitney se ha quedado más tranquila al oírla.

El resto del día lo hemos pasado jugando a “ratas y malteses”, pero como no tenemos dientes sólo nos dábamos topetazos y movíamos la cabeza con energía, imitando el ronco gruñido de mamá Sirta, la caza-ratas.

2 comentarios:

  1. Pobres ratas, lo fácil que hubiese sido dejarla marchar hacia los cubos de basuras, son muy apañaitas y comen de todo.

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  2. Te entiendo, Benimollimo, pero así son las cosas. Las ratas y los malteses son enemigos atávicos. Los marinos del mediterráneo embarcaban malteses para que sus navíos estuvieran libres de ratas. Es como la mangosta y la cobra: sólo puede quedar uno.

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