domingo, 1 de diciembre de 2013

CAPITULO XXIV. UNA NOCHE TOLEDANA.



Hacemos muchas excursiones a sitios cerca de Madrid ¿Os lo he dicho ya? ¿Sí? Bueno, pero no os he contado lo que me pasó el día que fuimos a Toledo.

Era el mes de agosto, cuando hace más calor en la meseta, y Toledo es una ciudad totalmente empedrada con canto rodado, muy irregular y todo son cuestas arriba y abajo…. Y losas de granito y poca sombra.

El caso es que empezamos a caminar y caminar por sitios muy bonitos. La ermita del Valle, El parador, el Puente de San Martín, la Puerta del Cambrón, San Juan de los Reyes… todo precioso, pero la sombra es escasa y yo, con mi abriguito de pieles puesto, he pasado mucho calor.

Después de mucho andar hemos comido en un patio a la sombrita y he podido descansar un poquito, pero luego, hala, otra vez a patear piedras y más piedras, ya que los parques son algo testimonial en esta ciudad y apenas se ven cien metros cuadrados de hierba, pero ya debajo del Alcázar.

Habíamos dejado el coche en la puerta vieja de Bisagra, junto al Hostal El Cardenal, y hemos subido hasta la diputación y hemos vuelto a bajar. De vez en cuando Ángel me cogía en bracitos, pero no todo el rato, la verdad.

Cuando hemos vuelto al coche me he quedado inmóvil hasta que hemos llegado a casa. Como aparca en un edificio a la vuelta del nuestro, hemos tenido que caminar un poquito y he notado que me costaba trabajo.

A la hora de cenar me he comido todo con hambre canina. Los perritos comemos todo lo que nos ponen porque no sabemos cuándo volveremos a comer. Bueno, yo sí lo sé. Me pone dos veces al día, pero por si acaso.

Cuando he terminado me ha dado mi huesito, como todas las noches y he intentado subir al sofá de un salto para comérmelo, que es lo que hago siempre… ¿Qué creéis que ha pasado? Pues que no me he podido mover, como si me hubieran clavado al suelo.

Yo daba un salto y apenas me levantaba un poquito del piso, y me tropezaba con los asientos. Al final no me atrevía ni a intentarlo.

Ángel me ha levantado de las patitas delanteras y he soltado un chillido, porque me dolían mucho.
-        Pero Noa ¡Si tienes agujetas!

¿Agujetas? Lo que tengo es un cansancio brutal y me duelen las patitas de tanto andar por Toledo.

Sea lo que sea que tengo ha llenado la bañera con agua caliente y nos hemos metido dentro. Luego me ha cogido en bracitos y me movía las patitas despacio y me daba masajes para relajarme.

Yo me estaba muy quietecita y de vez en cuando le daba lametones para hacer ver que estaba bien. Ya puestos me ha enjabonado con mi champú y luego me ha aclarado dejándome flotar en el baño.

Cuando el agua se empezaba a enfriar me ha sacado y me ha envuelto en mi toalla azul y me ha secado bien, pero sin apretar. Luego me ha puesto sobre un tablero que pone encima de los lavabos y que envuelve en otra toalla y ha encendido el secador de aire caliente.
-        Noa. Seu!

Así que me he sentado mientras agitaba el secador arriba y abajo para no darme con el chorro de aire caliente directamente. Daba vueltas y vueltas mientras me  pasaba el cepillo despacito y cuando le ha parecido que estaba suficientemente seca me ha puesto mi lacito y me ha peinado un poco más a fondo.

Por último me ha colocado sobre la funda del sofá de la habitación para que me sacuda y termine de secarme, pero estaba tan cansada que no me podía ni mover.

A causa del dolor, no podía dormirme y no dejaba de dar vueltas y buscar una postura cómoda que me pareciese adecuada.

Tanto y tanto me movía que Ángel me ha pasado un brazo por encima para que me quedara tranquila.
-        Duérmete, Noa. Vaya "Noche Toledana" que me estás dando.

Finalmente me he quedado dormida y a la mañana siguiente estaba un poco mejor. He probado a subir al sofá de un salto y todavía no podía bien, pero ya me faltaba muy poco.
-        Quédate quieta y descansa. Mañana ya estarás bien.

Dicho y hecho. Me he enroscado en mi cestito y no me he movido hasta la hora de comer. Cuando me ha puesto mi platito, he intentado estirarme y todavía me dolían las patuchas, pero ya muy poquito.

Cuando he terminado de dejar el plato limpio otra vez, me ha cogido en brazos y me ha depositado sobre la cama.
-        Ahora duerme una siesta y ya verás cómo estás mejor.

Nada que discutir. Al poco rato estaba “haciendo sedita” y cuando me ha parecido suficiente he probado mis patitas y estaban mucho mejor.

Pero la prueba final es subir al sofá de un salto. De manera que me he parado delante, he calibrado la altura, el salto, el esfuerzo… he flexionado las patitas de atrás y… arriba. Un salto limpio y ya estoy en la mantita que pone en el sofá para que esté cómoda.
-        Muy bien, Noa. Ya estás bien.

Menos mal. Hoy dormiré bien y al menos esta noche no será “Toledana”.

3 comentarios:

  1. Es que Toledo es mucho Toledo Noa. A los humanos también nos gusta mucho. ¡Ah! y también terminamos con agujetas. Jijijiji

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    1. Bueno, por si acaso, ahora Noa cuando se nota cansada se sienta y no se mueve hasta que la recogen en bracitos.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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