martes, 26 de marzo de 2013

UNA VIDA DE PERROS




Lo estoy pasando muy bien con esta manada. Los días de diario, cuando Ángel no vuelve hasta la tarde, yo me acurruco en mi cestito rojo, a los pies de Inma, y paso la mañana aparentemente dormida, pero alerta por si se oyen ruidos extraños en la escalera. Cada vez que hay alguien en el rellano me voy a la puerta y me pongo a ladrar para advertirle: No se te ocurra entrar porque te muerdo los tobillos.

Generalmente se van sin llamar a la puerta, aunque, en ocasiones,  sí que llaman, claro. Unas veces es el portero, otras el medidor del agua y cosas así. Inma me dice que lo hago muy bien y que defiendo ferozmente nuestra casa.

A la hora de comer me levanto del cestito y le doy dos o tres golpecitos a Inma con mi patita. 

-        Voy, Nueta – me dice – y al ratito apaga su máquina y prepara mi arroz con bolitas y pollo hervido.

Mientras prepara la comida me canta una canción relativa a que Noa va a comer, su comida hay que hacer, con pollito y con bolitas o algo parecido. Yo me lo como todo y luego, cuando está comiendo Inma, me pongo a su lado por si cae algo, como ella dice.

Después bebo agua y me voy a mi casita a dormir la siesta. Mi casita tiene una almohadita que era de Neno, pero que yo me agencié y la arrastré hasta mi casita el pasado verano.

A veces Inma se echa un ratito muy corto y entonces me subo de un salto a la cama y me enrosco a su lado, mirando para la puerta, por si acaso.

Cuando Inma se levanta me vuelvo a mi casita otro poquito más y luego me desperezo, estiro las patas traseras, luego las delanteras y me pongo a sus pies.

Cuando presiento que va a venir Ángel me subo de un salto en el sillón de la entrada y le espero pacientemente. Normalmente sé que va a venir porque siempre llama a Inma y se dicen todo tipo de tonterías.

Cuando por fin aparece, me pongo a dar saltitos, a mover el rabito y a medio gruñir hasta que se agacha y me hace caricias por la cabeza y el cuello. Aprovecho para darle cinco o seis lametones, para hacerle notar lo mucho que me alegro de su regreso.

Cuando llega Inma  se abrazan y ya no me hacen ni caso.

-        ¿Ha salido Noa? – suele preguntar.
-        No he tenido tiempo. Espera que me arreglo y damos un paseo.

Inma se cambia de ropa y se pone otro calzado mientras Ángel me coloca mi arnés y engancha la correa.

Al poquito salimos a la calle y yo me pongo a husmear y a oler todas las señales que dejan otros perritos. Algunas vece vamos de tiendas y otras no, pero siempre acabamos sentados en una terraza donde sirven cervezas y frutos secos. Ángel me da almendras, avellanas y cacahuetes por debajo de la mesa mientras Inma le regaña.

-        La estás malcriando. Y se va a poner como una foca.
-        Total, por dos avellanas…

Luego volvemos a casa y yo me pongo a jugar con Pluto o cualquier otro muñeco que me guste, como la ratita de goma o el osito de peluche. Jugamos hasta que me canso de ir a recoger los muñecos y entonces me siento entre los dos para que me hagan caricias.

Después de la cena, le pido a Inma mi huesito. Cojo la piltrafa que me queda del día anterior y se le dejo sobre sus piernas, para que me den un huesito nuevo.


Inma hace como que no se da cuenta para hacerme rabiar, así que cojo el huesito viejo y la doy golpecitos con la patita, hasta que me mira y me pregunta

-        ¿Qué quiere la perrita?

Entonces vuelvo a soltar el huesito viejo sobre ella.

-        Aaah – dice haciéndose la despistada - ¿Quieres un huesito nuevo?

Por fin. Entonces salto de alegría por su perspicacia y salgo corriendo hasta el sitio donde guarda los huesitos.

Me dan uno nuevo, no sin que antes me pida que me siente. Luego me pide un besito y tras el lametón me pone en la boca un nuevo trozo de nervio de buey ahumado que está delicioso, la verdad.

Salgo corriendo y me tumbo con mi huesito entre las patitas delanteras y me pongo a ronchar como una loca.

Ángel se agacha para hacerme una caricia, mientras me dice:

-        Vaya vida de perros que llevas, Noa. Ya la quisiera yo cuando me toque ser perrito…

Y se rien como tontos.