Reconozco que no me importa
que Neno juegue con sus juguetes, siempre que no me interesen a mí, claro. Su
pelota de goma favorita la tengo en mi cestito y de vez en cuando viene a ver
si me la puede coger. Algunas veces lo consigue y entonces yo me pongo a perseguirle
hasta que se sube a un sofá y se queda quieto con la pelota entre los dientes.
Al poco de mirarme abre la boca y la
deja rodar. En ese instante me apodero de la pelota y salgo corriendo, sabiendo
que Neno espera una oportunidad para quitármela de nuevo. Así nos pasamos horas
y horas. Al final la pelota acaba en
mi cesto y se queda allí hasta que empezamos de nuevo
Por las mañanas Neno viene
hasta nuestra puerta, lo que Inma llama “su cabaña” y se sienta a esperarme.
-Ya está aquí tu Romeo –dice
Inma- Anda sal a jugar.
Y nos vamos a correr por la
hierbita hasta que nos cansamos de dar vueltas. Luego nos tumbamos y nos quedamos
quietecitos como si no hubiera pasado nada.
Las rutinas diarias son echar a los pajaritos por las mañanas y por la tarde-noche perseguir a los gatos. El resto del tiempo es para jugar por la casa o el jardín, tratando de no estropear las flores de Hortensia.
A veces llega un tormento en
forma de sobrina, llamada Eva, que se empeña en cogerme en brazos y no me deja
ni a sol ni a sombra.
-Tía, vengo a jugar con Noa.
-Bueno, pero no la tengas en
brazos que se te puede caer y hacerse daño.
De modo que me coge en
brazos y se sienta. Así, si me caigo, me haré menos daño, debe pensar.
El caso es que no me suelta
y se empeña en peinarme y en colocarme los bigotes de mil maneras. Me deshace
el lazo que me pone Inma y me lo coloca torcido, encima de una oreja o sobre la
ceja izquierda. Yo me dejo, claro, porque es una niña. Si fuera mayor ya la
habría enseñado la zapatilla para que aprenda modales.
El verano ha terminado sin
más problemas que alguna escapadita fuera el jardín, cuando nos hemos colado
por el agujero por el que entran los gatos y nos hemos puesto a correr por los
prados. Al volver tenías que ver la cara de Hortensia cuando nos ha visto
llenos de pinchos, semillas voladoras y toda clase de pajuchas enredadas en el
pelo. Ha sido muy divertido.
Primero nos han tirado a la
piscina y luego nos han cepillado entre Juan y Hortensia y nos han dejado al
sol para que nos secáramos. Inma se fue con Ángel un fin de semana y no han
regresado todavía, pero dice Hortensia que vendrán pronto y que me van a ver hecha
un desastre.
Tenía el pelo tan enredado
que Hortensia me empezó a pasar las puntas de una tijerita para cortarme los
nudos, pero va muy despacito y los nudos me tiran por todas partes.
Al final me llevaron a
cortar el pelo y me tuvieron que rapar enterita. ¡Ahora parezco un cordero!
Llevo tres días sin salir de mi casita nada más que para comer porque estoy como
un adefesio.
Por fin he oído llegar
el coche, pero han cerrado la puerta para que no enredemos en el jardín mientras
aparcan. Estaba dando saltitos detrás de la puerta hasta que la han abierto.
-Mi bebé ¿qué te ha pasado?
Si pareces una oveja trasquilada.
-No veas como estaba de
nudos. Dijo la peluquera que no se podía hacer otra cosa que raparla.
-No pasa nada, Noa –dijo
Ángel, siempre positivo- Ya te crecerá otra vez y estarás más guapa que antes.
De modo que me han puesto una camiseta azul que
me habían comprado para el invierno y ya me siento mejor. Al menos Eva ya no se
empeña en peinarme. No tengo pelo que peinar.
Después de dos fines de
semana más, hemos vuelto a nuestra casa los tres. Con mi camiseta azul parezco
un pitufo, dice Ángel, pero o voy cómoda y no me importa parecer lo que sea
eso.
En muy poco tiempo los días
son mucho más cortos y se hace de noche mucho más pronto.
Una tarde al volver Ángel
para nuestro paseo habitual nos ha dicho que nos lleva a ver las luces.
Vaya cosa, tenemos luces en
toda la casa, he pensado yo. Pero eran otras luces. En algunas calles han colgado luces
de muchos colores, haciendo formas caprichosas. Algunas parpadean, otras tiene dibujos de animales y señores gorditos vestidos de rojo, otras suben y bajan
sin parar y de pronto dan destellos… son muy bonitas, la verdad
-Mira la Uquita. Está fascinada
con las luces.
-Tu primera Navidad, Noa –me
dice Ángel mientras rasca mi barriguita- Mira cuantas luces han puesto.
Luego hemos parado el coche
y nos hemos ido de compras. Al final Ángel me ha cogido en bracitos. Hay tanta
gente que teme que me pisen otra vez. Con mi camiseta azul en brazos parezco un
muñeco, ha comentado un niño.
-Es un peluche –dice Ángel-
funciona a pilas. Es el último modelo.
Yo muevo los ojitos y saco
la lengua y los niños dicen que quieren un como yo. Le han llegado a preguntar
que dónde los venden.
De vuelta a casa hemos ido
por otras calles para ver más y más luces y al llegar a casa me parecía que
estaba muy aburrida. Pero ha durado poco. Con las compras han adornado un árbol
y han colgado luces y muñecos por toda la casa y ahora está tan divertida como
la calle.
Pues no soy capaz de imaginarme a Noa sin su quiqui y su melena. Creo que ni en verano la e visto rapada. ¿Me equivoco?
ResponderEliminarPues no, no te equivocas, ya no se cortado más la melena, pero se quedó como una lombricita
EliminarNo la he visto rapada pero me la imagino, de todas maneras esta guapa , es una dulzura.
ResponderEliminarMe encanta este blog, deberias escribir un cuento y editarlo, me pido primer para comprarlo.
Vamos a hablar con un editor de cuentos para perritos
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