viernes, 4 de enero de 2013

CAPÍTULO XII LA NAVIDAD



Reconozco que no me importa que Neno juegue con sus juguetes, siempre que no me interesen a mí, claro. Su pelota de goma favorita la tengo en mi cestito y de vez en cuando viene a ver si me la puede coger. Algunas veces lo consigue y entonces yo me pongo a perseguirle hasta que se sube a un sofá y se queda quieto con la pelota entre los dientes. Al poco de mirarme  abre la boca y la deja rodar. En ese instante me apodero de la pelota y salgo corriendo, sabiendo que Neno espera una oportunidad para quitármela de nuevo. Así nos pasamos horas y horas. Al final la pelota acaba en mi cesto y se queda allí hasta que empezamos de nuevo
Por las mañanas Neno viene hasta nuestra puerta, lo que Inma llama “su cabaña” y se sienta a esperarme.

-Ya está aquí tu Romeo –dice Inma- Anda sal a jugar.

Y nos vamos a correr por la hierbita hasta que nos cansamos de dar vueltas. Luego nos tumbamos y nos quedamos quietecitos como si no hubiera pasado nada.

Las rutinas diarias son echar a los pajaritos por las mañanas y por la tarde-noche perseguir a los gatos. El resto del tiempo es para jugar por la casa o el jardín, tratando de no estropear las flores de Hortensia.

A veces llega un tormento en forma de sobrina, llamada Eva, que se empeña en cogerme en brazos y no me deja ni a sol ni a sombra.

-Tía, vengo a jugar con Noa.

-Bueno, pero no la tengas en brazos que se te puede caer y hacerse daño.

De modo que me coge en brazos y se sienta. Así, si me caigo, me haré menos daño, debe pensar.

El caso es que no me suelta y se empeña en peinarme y en colocarme los bigotes de mil maneras. Me deshace el lazo que me pone Inma y me lo coloca torcido, encima de una oreja o sobre la ceja izquierda. Yo me dejo, claro, porque es una niña. Si fuera mayor ya la habría enseñado la zapatilla para que aprenda modales.

El verano ha terminado sin más problemas que alguna escapadita fuera el jardín, cuando nos hemos colado por el agujero por el que entran los gatos y nos hemos puesto a correr por los prados. Al volver tenías que ver la cara de Hortensia cuando nos ha visto llenos de pinchos, semillas voladoras y toda clase de pajuchas enredadas en el pelo. Ha sido muy divertido.

Primero nos han tirado a la piscina y luego nos han cepillado entre Juan y Hortensia y nos han dejado al sol para que nos secáramos. Inma se fue con Ángel un fin de semana y no han regresado todavía, pero dice Hortensia que vendrán pronto y que me van a ver hecha un desastre.

Tenía el pelo tan enredado que Hortensia me empezó a pasar las puntas de una tijerita para cortarme los nudos, pero va muy despacito y los nudos me tiran por todas partes.

Al final me llevaron a cortar el pelo y me tuvieron que rapar enterita. ¡Ahora parezco un cordero! Llevo tres días sin salir de mi casita nada más que para comer porque estoy como un adefesio.

Por fin he oído llegar el coche, pero han cerrado la puerta para que no enredemos en el jardín mientras aparcan. Estaba dando saltitos detrás de la puerta hasta que la han abierto.

-Mi bebé ¿qué te ha pasado? Si pareces una oveja trasquilada.

-No veas como estaba de nudos. Dijo la peluquera que no se podía hacer otra cosa que raparla.

-No pasa nada, Noa –dijo Ángel, siempre positivo- Ya te crecerá otra vez y estarás más guapa que antes.


De modo que me han puesto una camiseta azul que me habían comprado para el invierno y ya me siento mejor. Al menos Eva ya no se empeña en peinarme. No tengo pelo que peinar.

Después de dos fines de semana más, hemos vuelto a nuestra casa los tres. Con mi camiseta azul parezco un pitufo, dice Ángel, pero o voy cómoda y no me importa parecer lo que sea eso.



En muy poco tiempo los días son mucho más cortos y se hace de noche mucho más pronto.

Una tarde al volver Ángel para nuestro paseo habitual nos ha dicho que nos lleva a ver las luces.

Vaya cosa, tenemos luces en toda la casa, he pensado yo. Pero eran otras luces. En algunas calles han colgado luces de muchos colores, haciendo formas caprichosas. Algunas parpadean, otras tiene dibujos de animales y señores gorditos vestidos de rojo, otras suben y bajan sin parar y de pronto dan destellos… son muy bonitas, la verdad

-Mira la Uquita. Está fascinada con las luces.

-Tu primera Navidad, Noa –me dice Ángel mientras rasca mi barriguita- Mira cuantas luces han puesto.

Luego hemos parado el coche y nos hemos ido de compras. Al final Ángel me ha cogido en bracitos. Hay tanta gente que teme que me pisen otra vez. Con mi camiseta azul en brazos parezco un muñeco, ha comentado un niño.

-Es un peluche –dice Ángel- funciona a pilas. Es el último modelo.

Yo muevo los ojitos y saco la lengua y los niños dicen que quieren un como yo. Le han llegado a preguntar que dónde los venden.

De vuelta a casa hemos ido por otras calles para ver más y más luces y al llegar a casa me parecía que estaba muy aburrida. Pero ha durado poco. Con las compras han adornado un árbol y han colgado luces y muñecos por toda la casa y ahora está tan divertida como la calle.

4 comentarios:

  1. Pues no soy capaz de imaginarme a Noa sin su quiqui y su melena. Creo que ni en verano la e visto rapada. ¿Me equivoco?

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    1. Pues no, no te equivocas, ya no se cortado más la melena, pero se quedó como una lombricita

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  2. No la he visto rapada pero me la imagino, de todas maneras esta guapa , es una dulzura.
    Me encanta este blog, deberias escribir un cuento y editarlo, me pido primer para comprarlo.

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    1. Vamos a hablar con un editor de cuentos para perritos

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