lunes, 29 de octubre de 2012

III.YORI


Aún no había empezado a clarear cuando han venido los cuidadores. Normalmente no lo hacen tan temprano, por lo que imaginamos que algo diferente va a ocurrir.

En efecto. Han traído muchas cajas con ruedas de goma y una puerta pequeña y han metido dentro a los machos más grandes y bonitos que hay en la granja perruna. A los ovejeros alemanes Thor y Loki, a los ovejeros belgas y escoceses. A los cocker, Neski y Duque, a dogos, podencos, basset, terrier, terranova, huski y otros de los que ignoro el nombre o su raza, ya que no se ven desde nuestra jaulita.

Nos hemos quedado muy pocos perros en la granja, casi todas las mamás con sus crías y algunos perros muy mayores. Como todos los cuidadores estaban fuera la comida y el agua la han traído personas que yo no conocía.

Al llegar a nuestra jaulita nos han dirigido todo tipo de muecas y gestos y los cuatro nos hemos puesto a ladrar, saltar y a arañar la puerta para corresponder. Mamá nos ha dicho que nos quedáramos quietos, pero los grandotes seguían y seguían diciendo cosas y nosotros saltábamos y nos perseguíamos unos a otros (bueno, mis hermanos a mi), porque los malteses somos muy alegres y juguetones y nos encanta enredar y divertirnos.

Cuando empezábamos a cansarnos se han ido a ver a los perros de las otras jaulitas y se han quedado un rato en cada una diciendo y haciendo cosas parecidas.

Mucho más tarde, cuando los humanos estaban comiendo, se ha oído el ruido que hace el aparato negro que hay colgado de la pared. Uno de ellos lo ha cogido con la mano y se ha parado el ruido; luego se lo ha acercado a la cara y se ha puesto a hablar.

-PERRERA CANÓPOLIS, DÍGAME…… AH HOLA, ¿CÓMO VA TODO?.... ESTUPENDO, ¡BRAVO POR YORI!...  AHORA ESTAMOS COMIENDO Y TODO ESTÁ MUY TRANQUILO…¡BUENA SUERTE EN LA PRUEBA FINAL!

Dicho esto ha vuelto a dejar lo que tenía en su sitio y se ha puesto a hablar con el otro humano.

-LUISA, TENEMOS A YORI EN TERCERA POSICIÓN Y AHORA VIENEN LAS PRUEBAS FINALES. PARECE QUE TIENE OPCIONES DE GANAR ALGÚN PREMIO.

Claro está que yo no entendía nada de lo que estaba pasando; pero nuestra mamá, que entiende muy bien el lenguaje de los grandotes, nos ha explicado lo que sucede. Resulta que cada cierto tiempo los humanos se reúnen para enseñar a sus perros a otros humanos y a esto lo llaman concurso canino.  Normalmente presentan a los ejemplares más bonitos de la misma raza, pero otras veces el concurso se hace con perros de muchas razas.

Los perros realizan pruebas de habilidad, obediencia, destreza, elegancia y muchas cosas divertidas. Luego hay un grupo de grandotes que deciden los ganadores y cada perro recibe su premio de acuerdo en lo que haya destacado.


También hay concursos para elegir al perro más guapo, al más orejotas, al más grande, al más pequeño y cosas parecidas

Inmediatamente nos hemos puesto a caminar con elegancia perruna y a demostrar nuestras habilidades, por lo que los cuidadores han venido de nuevo a nuestra jaulita y se han quedado mirando y riendo como antes. Al poco nos han abierto la pequeña puerta y hemos salido en tropel al pasillo. Al salir la han vuelto a cerrar, dejando dentro a nuestra madre.

Mamá nos ha dicho que a los cachorros no nos dejan salir al patio y que no nos alejemos demasiado, de modo que nos hemos puesto a perseguirnos y a corretear por el pasillo. Los grandotes no paraban de reír mientras nosotros nos poníamos unos frente a otros y jugábamos a ratas y malteses o a perseguir nuestro propio rabito, dando vueltas y más vueltas.

La chica humana me ha cogido por debajo de las patitas delanteras  y me ha levantado del suelo hasta la altura de su cabeza y se ha puesto a restregar su nariz contra la mía. Mis hermanos la han rodeado, puestos de pie sobre sus patitas con sus más amenazadores ladridos, pero la grandota no quería hacerme daño ni comerme ni nada parecido.  

-PERO SI ES UNA NIÑA – decía la grandota - ¡QUÉ NARICITA MÁS GRACIOSA!

Al cabo de un rato me ha vuelto a dejar en el suelo y los tres me han rodeado enseguida para comprobar que estaba entera. Hemos estado jugando mucho tiempo correteando por el pasillo, parándonos en las puertas de todas las jaulitas y alborotando a los pocos perros que se han quedado.

Al llegar a la jaula de los cocker, de donde se han llevado a Neski y Duque, se nos ha acercado Lúa, una hembra adulta a la que casi nadie habla. Desde su jaulita, mamá no paraba de llamarnos con cierta inquietud.

- Estáis molestando a todo el mundo. Volved con vuestra madre – ha dicho Lúa -. No tardaréis en dejarla sola, así que es mejor que estéis con ella.

Los ladridos de mamá se han vuelto insistentes y nos hemos vuelto a la jaulita, donde nos esperaba con cierto nerviosismo.

-PARECE QUE QUIEREN ENTRAR EN SU PERRERA - ha dicho la grandota. 
Su compañero nos ha abierto la puerta y nos hemos tirado encima de mamá Sirta.

Nada más entrar se ha puesto a lamernos uno a uno para limpiarnos el pelo, que ya nos empieza a crecer y luego se ha tumbado de lado para que pudiéramos comer. Después de tanto tiempo jugando estábamos realmente hambrientos. Mamá nos ha dicho que no hagamos caso a Lúa, que es una cocker vieja y gruñona y que no estábamos molestando a nadie. Al decir esto la miraba recelosa, pero Lúa no parecía darse por enterada.

Ya estaba oscureciendo cuando han vuelto los cuidadores habituales con todos los perros que se habían llevado. Todos estaban excitados, perros y humanos y parecían alegres y contentos como un maltés.

-HA GANADO YORI - decía el líde -. EL PRIMER PREMIO. 
Y agitaba unas hojas de papel que usan los humanos para decirse cosas unos a otros sin tener que hablar.

-OS LO VOY A LEER. TRAED A YORI

Al decir esto han dejado en medio del pasillo al perro más bonito que yo he visto hasta ahora. Era totalmente blanco, con el pelo liso hasta el suelo y con una elegancia natural fuera de toda duda.

El líder ha empezado a revisar el papel con los ojos mientras decía: ATENTOS A LA NOTICIA QUE SE PUBLICARÁ MAÑANA:




“Un perro maltés, procedente de San Sebastián, se proclamó ayer vencedor absoluto de la XXVII Exposición Internacional canina de Badajoz, que se celebró durante toda la jornada en las instalaciones de la Institución Ferial de Badajoz (Ifeba).

A la convocatoria asistieron miles de personas, muchas de ellas portuguesas, y especialmente muchos escolares de la ciudad y de la zona de influencia de Badajoz, entre los que se repartieron 11.000 invitaciones, con la intención de acercar el mundo de los perros a los niños y a los jóvenes.

El segundo lugar fue para un perro téckel , procedente de Sevilla, y el tercero para un basset hound , cuyos dueños llegaron desde Lisboa, según fuentes de la organización.

El certamen comenzó a las 9.30 de la mañana con un reconocimiento a un perro chiguagua de Gibraltar, que está considerado como uno de los cinco mejores del mundo. Los animales presentados al concurso, alrededor de un millar de todas las razas, procedían de la práctica totalidad de los países europeos. También hubo una exhibición de adiestramiento”.

¡HURRA, VIVA YORI¡ ¡YORI, ERES EL MEJOR!, decían los grandotes. Pero Yori permanecía muy serio en medio del pasillo, buscando algo con la mirada.  Luego se ha dirigido directamente a nuestra jaulita, en las que las cinco cabecitas, incluida mamá, se pegaban literalmente a la tela metálica de la puerta. Nos ha saludado y nos ha dicho que estábamos muy grandes y que pongamos atención en lo que mamá nos enseña cada día.

Luego se ha dado la vuelta y se dirigido  hacia el final del pasillo, en medio de los saludos de los demás habitantes de la perrera, hasta que le hemos perdido de vista.

Os podéis imaginar nuestra alegría porque el gran Yori había venido a saludarnos. Tan elegante y tan campeón y ha venido a saludarnos sólo a nosotros.


-Es lo menos que podía hacer - ha dicho mamá -. Yori es vuestro padre. Quizá, algún día, uno de vosotros será como él. Y ahora, a dormir, que bastantes emociones habéis tenido por hoy.

Cuando mamá ha dicho esto, nos hemos apretujado unos contra otros y nos hemos dormido en menos de lo que tardo en contarlo.

miércoles, 24 de octubre de 2012

II. MAMÁ SIRTA


Anoche pasó algo realmente divertido. Hacía un buen rato que se había puesto el sol y todo estaba oscuro. La mayoría de las manadas de la perrera dormían o descansaban, pero sin hacer ruido para no molestar sin necesidad a las otras manadas.

De repente se ha oído un chasquido. Uno de los grandotes ha tocado el resorte de la pared que hace que se ilumine la granja de noche y ha empezado a dar grandes voces. 
-¡UNA RATA, UNA RATA!

Si os podéis imaginar a más de 30 perros adultos y unos 60 cachorros ladrando y gruñendo todos a la vez, tendréis una idea aproximada de lo que sucedió a partir de ese momento.


En efecto, una rata enorme, más grande que cualquiera de mis hermanos, estaba escondida en un rincón con sus afilados dientes asomando por la boca, con los ojos enrojecidos y agitando su larga cola. Había escapado de una trampa que le habían puesto los humanos, porque estos bichos son muy listos, pero el ruido de la trampa al cerrarse despertó a todo el mundo y ahora estaba acorralada.


Enseguida han llegado más cuidadores y el que parece ser el líder de su manada ha extendido una de sus patas delanteras hacía nuestra perrera. 
-¡TRAED a SIRTA! ¡VAMOS, QUE VENGA SIRTA!

Mamá se ha quedado muy tranquila. Luego, con mucha seriedad, nos ha hecho entender que, pase lo que pase, siempre tenemos que recordar todo lo que nos ha enseñado.

Uno de los cuidadores, el que nos trae habitualmente la comida de mamá y el agua, se ha acercado a nuestra jaulita y ha abierto la valla para que salga mamá Sirta. Como podéis imaginar los cuatro cachorritos hemos salido detrás, muy serios, porque parece que va a ocurrir algo importante.

Tres humanos estaban a una prudente distancia de la rata, sosteniendo unos palos largos para mantenerla a raya. Mamá se ha adelantado y se ha puesto tranquilamente delante de ella.


-Perro, no te acerques o te morderé la cara. Te arrancaré la nariz y los ojos y te desangrarás -decía la rata-. No tienes por qué arriesgarte por los humanos, no lo merecen.

Mamá Sirta se ha agazapado delante de la rata, con un gruñido largo y ronco.

-No estoy aquí por los humanos; pero no voy a consentir que te comas y estropees la comida que nos dan. Nos es mucha, ni muy rica, pero es lo que comen las otras razas, lo que como yo y lo que comerán mis cachorros.

-Tú lo has querido, entonces. Cuando acabe contigo ¿quién protegerá a tus crías?

Uno de los grandotes se dio cuenta de que “las crías” estábamos en el suelo, delante de ellos, imitando los movimientos de mamá. 
-¡MIRAD, LOS CACHORROS DE SIRTA SE HAN ESCAPADO!- y ha intentado apartarnos. -¡DÉJALOS, TIENEN QUE APRENDER!- ha dicho el líder y ya nadie nos ha molestado.

-Si sólo te limitaras a robar comida, no me importaría, porque todos los seres tenemos derecho a comer para sobrevivir. Lo que no puedo tolerar es que ataques a las crías recién nacidas, ni las enfermedades que vas repartiendo por donde pasas…

Lo que ocurrió a continuación tengo que contarlo despacio para que no se me olvide nada, porque apenas duró lo que yo tardo en rascar mis orejitas.

Mamá nos ha mirado para comprobar si estábamos a una distancia adecuada. En ese momento la rata ha dado un salto hacia adelante con las cuatro patas extendidas para agarrarse al largo pelo de mamá y morder su nariz y sus ojos. Hay que decir que la nariz de los perros es muy delicada y si una rata la muerde se pierde mucha sangre. Pero eso no ha ocurrido hoy.

Los ojos de mamá, cubiertos parcialmente por su flequillo, a veces no son visibles para los demás, pero ella ve perfectamente a través de su cortina blanca. De modo que, al girar la cabeza hacia nosotros, la rata creyó que no la estaba mirando, cuando en realidad, no le había quitado la vista de encima ni un solo momento.

Cuando la rata ha sallanzado tado hacia adelante mamá Sirta se ha erguido sobre sus patas traseras saltando hacia un lado; pero ha mantenido la cabeza siempre de frente a la rata. Este asqueroso ser se ha encontrado de repente con que donde estaba la cabeza de mamá ya no había nada y que iba a caer sobre la tierra de la perrera. Antes de llegar a rozar el suelo los dientes de mamá, que nos atrapan con tanto cuidado a mis hermanitos y a mí, se han cerrado sobre su lomo parando su salto en seco. El gruñido áspero de mamá y los chillidos de la rata eran sobrecogedores.

-¡BIEN! ¡YA LA HA COGIDO! ¡VAMOS SIRTA, TERMINA CON ELLA!- ha dicho el líder; pero la verdad es que no hacía falta que dijera nada. Mamá ha sostenido al asqueroso bicho un rato, delante de nuestras caras. Teníais que ver como trataba de revolverse y morder a mamá con sus afilados dientes, pero todos sus esfuerzos eran inútiles.

-Suéltame, perro o me comeré a tus cachorros uno tras otro– amenazaba la rata.

Teniendo en cuenta su posición, hay que reconocer que no le faltaba descaro.

Cuando mamá ha estado segura de que no nos perdíamos detalle, ha sacudido su cabeza con una energía especial, se ha oído un chasquido seco y la rata ha dejado de moverse. 

Como podía ser un truco, mamá la ha levantado en el aire con un nuevo movimiento de cabeza y cuando estaba a punto de llegar al suelo ha repetido todo el proceso.

La ha vuelto a sujetar por el lomo antes de rozar la tierra y ha sacudido su cabeza con más fuerza que antes, sin soltar a su presa.

Después ha abierto la boca y, sencillamente, la ha dejado caer.

-Otras ratas intentarán comerse a mis cachorros, pero tú no. Ellos saben ahora que no deben teneros miedo.

Dicho esto se ha acercado a nosotros y nos ha empezado a lamer de arriba abajo, como si hiciera mucho tiempo que no nos veía.

Todos los perros se han puesto a ladrar de alegría, y felicitaban a mamá por su valor y sabiduría.  Los humanos se han quedado mudos un momento, pero luego han metido a la rata en un saco para sacarla fuera. 
-¡BRAVO SIRTA, BRAVO!, decía el líder.

Mamá se ha dirigido tranquilamente a nuestra jaulita, seguida por sus orgullosos cachorros. No hemos podido dormir en lo que quedaba de noche. El mayor de mis hermanos le hacía repetir una y otra vez la técnica de atrapar a la rata cuando te salta a la cara, pero mamá le ha dicho que espere a tener dientes. Todos hemos deseado tener dientes hoy mismo, pero mamá nos ha dicho que no tengamos ninguna prisa con los dientes, que ya nos saldrán.

Luego se ha vuelto hacia Pitney, la mamá yorkshire, y le ha dicho que en el sitio en el que están sus cachorros no es probable que haya ratas. No estoy muy segura, pero creo que Pitney se ha quedado más tranquila al oírla.

El resto del día lo hemos pasado jugando a “ratas y malteses”, pero como no tenemos dientes sólo nos dábamos topetazos y movíamos la cabeza con energía, imitando el ronco gruñido de mamá Sirta, la caza-ratas.

lunes, 22 de octubre de 2012

A modo de presentación



MAMÁ PITNEY

Hola, me llamo NOA. Noa de Ness, aunque en la granja canina en la que acabo de nacer nadie lo sabe todavía. 

Mis futuros dueños (ji, ji) me van a poner ese nombre pero esa es una historia que os contaré más adelante.

Los malteses nacemos con los ojitos cerrados y los empezamos a abrir a los 10 días de vida. Entonces podemos vernos unos a otros y reconocernos y, sobre todo, ver a nuestra mamá

Cuando me alejo un poco para curiosear, mi mamá me llama con un gruñidito, lo mismo que a mis hermanos, por  lo que de momento, todos nos llamamos Gu! Cuando mamá nos quiere llamar la atención hace “¡GU!” y todos nos volvemos hacia ella. Normalmente lo hace cuando tenemos que comer o cuando nos ponemos a jugar y jugar y teme que nos hagamos daño. Bueno, en realidad, no nos hacemos daño cuando jugamos pero mamá es muy precavida.

Mis hermanos, mi mamá y yo, somos de la raza “bichón maltés”. Además de alegres, cariñosos y juguetones, los malteses, somos expertos en cazar ratas.

Sí, sí: Ratas. Unos bichos repugnantes que se cuelan por todas partes, lo destrozan todo y se comen toda la comida que pueden. Los marineros antiguos del mediterráneo nos llevaban en sus barcos para que no se colasen en ellos esas malas bestias.



Los malteses tenemos justa fama de caza-ratas, tanto en los almacenes de tierra firme como en las bodegas de los barcos.

Cuando vemos una rata (o cualquier cosa que lo parezca, como un peluche, por ejemplo) nos agazapamos en nuestras patitas delanteras y de un salto nos apoderamos del lomo de la rata. Luego movemos enérgicamente la cabeza, de lado y lado, hasta que partimos la espina dorsal del odiado enemigo. Por último, lo arrojamos a un rincón, ya que esas cosas horribles no se comen.

Todo esto nos lo está enseñando nuestra mamá, para que cuando veamos una rata de verdad sepamos lo que hay que hacer. 
  
 
Mis hermanos son machos, unas fieras que a la hora de comer eligen los mejores lugares y las tetillas más gordas y con más leche de mamá, de manera que me tengo que colar por debajo de ellos, y cuando retiran la boca para gruñirse unos a otros, me pongo a chupar y no me aparto por más que protesten. Sólo somos cuatro y mamá tiene siete fuentes de leche calentita, aunque, la verdad, sólo hay tres que merecen la pena y por eso nos pegamos por coger los mejores sitios.



Como soy la más pequeña, los otros zangolotinos me quieren apartar y dejar de lado, pero yo he aprendido a comer igual que ellos y ya casi somos todos del mismo tamaño.

Al ser tan blancos, la limpieza de la jaulita en la que vivimos los cinco es una obsesión para nuestra mamá, y como los cuidadores de la granja no nos dedican demasiado tiempo, se pasa todo el rato limpiándonos con su lengua para que estemos aseados y guapos.

La vida en la granja canina es muy divertida. Jugamos y jugamos, y nos perseguimos y revolvemos hechos una bolita, hasta que mamá nos da mordisquitos en el lomo para que nos estemos quietos o dejemos de hacer lo que sea que estemos haciendo. Si alguno de nosotros se pasa un poco, mamá le coge por el cuello con sus dientes y lo lleva a un rincón.

Esto puede parecer doloroso, pero mamá es muy cuidadosa y no nos hace ningún daño, al contrario. ¡Es muy gracioso ver a cualquiera de nosotros colgando de la boca de mamá pataleando y moviendo el rabito!

En la perrera hay muchos tipos de perros. En la jaulita que está frente a la nuestra, hay una pareja muy grande, con el pelo de color negro muy largo.

Mi mamá dice que son ovejeros belgas y que son expertos en controlar grandes rebaños de ovejas, ayudando al “hombre” en sus tareas.

Resulta que el ”hombre” o los “humanos” son unos seres grandotes, que caminan erguidos sobre las dos patas traseras y que son los encargados de la perrera. Aunque yo sólo conozco a seis “grandotes” -perdón- humanos, mi mamá dice que fuera de la granja hay muchos y muchos más, pero que viven en manadas pequeñas y que, algún día, unos desconocidos se nos quedarán mirando y elegirán a uno o dos de nosotros y nos llevarán con ellos a formar parte de su manada. Parece muy divertido, pero mamá se queda algo triste cuando lo dice.

Los grandotes no tienen pelo nada más que en la cabeza por lo que se tapan con unas fundas de tela de distintos colores, y así no es posible conocer a simple vista a qué manada pertenecen.

No tienen almohadillas en las patitas, por lo que se ponen unas cosas en los pies para poder caminar erguidos sobre sus patas. Sus uñas nos son alargadas ni afiladas, pero tienes los dedos muy largos y sujetan cosas con ellos. Si yo quiero sujetar un palo tengo que juntar las patitas delanteras, pero ellos sostienen palos muy largos sólo con la ayuda de sus dedos. No saben ladrar, pero se gritan mucho entre ellos y parece que se entienden. Como son tan parecidos los unos a los otros, la verdad es que los distinguimos por el olor. Porque hay que ver como huelen los “grandotes”

Mamá dice que los humanos pueden vivir en solitario o formando manadas de dos individuos, y que suelen tener pocos cachorros pero nunca, casi nunca, ¡cuatro a la vez!   

Seguro que son unos seres muy aburridos.

Hoy han venido tres de los cuidadores y se han llevado todos los cachorros de Yorkshire que vivían cerquita de nosotros. Los han metido en una especie de caja con la tapa enrejada, como nuestras jaulitas, y se han ido sin más.
 
Pitney, la mamá yorkshire, se ha quedado mirando la puerta durante un largo rato, con una expresión ausente. Después ha estado con la cabecita apoyada en la tela metálica hasta que se ha hecho de noche. Luego se ha estirado sobre sus cuatro patitas y se ha quedado pegadita al suelo, inmóvil, hasta que se ha dormido. Yo miraba de reojo a mi mamá, que también parecía muy triste.