miércoles, 26 de junio de 2013

CAPÍTULO XV VACACIONES DE INVIERNO



Cuando se van haciendo los días más y más cortos y el sol tarda y tarda en levantarse, ya sé que dentro de poco saldremos de vacaciones de invierno hacia alguna zona del sur peninsular donde el sol y la luz duran un ratito más. 

Estaremos una semana en algún sitio con jardín para que yo pueda estar tranquila y entrar y salir cuando me apetezca y, por lo general, los padres de Inma nos acompañarán con Neno.

El año pasado cogimos dos apartamentos contiguos y Neno se pasaba todo el tiempo en el nuestro. Más que nada porque estaba yo, claro. Este año es distinto, estamos todos en el mismo. Me han traído mi casita, aunque yo me subo a la cama con Inma y Ángel. De este modo, Neno duerme en mi casita y todos tan contentos.

La verdad es que Benalmádena es enorme y sus playas no se terminan nunca. Otra ventaja de ir a la playa en invierno es que nunca hay nadie, sólo gente paseando con otros perritos y resulta muy divertido correr y correr por la orilla del mar, esquivando las olas para que no se te mojen las patitas.

Además, como esta manada mía no sabe estar quieta, organizan salidas a los alrededores y siempre acabamos comiendo en algún sitio bonito, haciendo miles de fotos y volviendo cuando se empieza a poner el sol para no pasar demasiado frio.

Ayer hemos ido a comer a los chiringuitos de la playa del paseo marítimo. Nos han dejado entrar en la zona cerrada.
-        A mí los perrillos no me molestan –ha dicho el que manda- Todo sea que proteste algún cliente.

Pero nadie ha protestado. Nos han puesto un platito con agua entre las sillas de Inma y Ángel y nos hemos quedado tan tranquilos mientras comen los grandotes.
-        Qué bien se han portado los perrillos –dijo la persona que cobró la cuenta. Ni un ruido.




Es que cuando queremos somos muy bien mandados. Luego hemos seguido caminando por el paseo marítimo hasta La Marina de Benalmádena y hemos pasado toda la tarde entrado en casi todas las tiendas. Hasta en una farmacia, en la que Inma les ha pedido algo para su cansancio. Dice que se fatiga caminando y que tiene la lengua blanca. Han envuelto unas cajitas y se las han dado, después de pagarlas, claro.
-        ¿Cómo no te vas a cansar, si no sales apenas de casa? – ha dicho su madre – Tienes que trabajar menos y salir algo más.

Inma asiente sin demasiada convicción.

Como Neno y yo vamos cogidos con una única correa con un terminal doble que engancha cada arnés, caminamos juntos y emparejados, uno al lado del otro. El pelo de Neno es más largo y suave que el mío, pero no es tan blanco ni tan brillante. Todo el mundo nos mira y nos dice cosas. Algunos niños piden permiso para tocarnos y entonces Inma da un leve tirón de la correa y una escueta orden.
-        Noa, Neno, ¡Seu!

Los dos nos sentamos a la vez y los niños (sobre todo las niñas) nos acarician y alaban nuestro pelo, los lacitos y lo buenos que somos. Al cabo de un ratito nos levantamos y seguimos caminando tranquilamente ante la mirada agradecida de los padres.
-       Podríamos ir a cenar a Málaga – ha dicho Juan.
-      De momento nos sentamos en esta terraza –contesta Ángel – Pedimos algo para que Inma se tome su reconstituyente y luego voy a buscar el coche y os recojo.
-    Está bien – ha contestado Inma – Cuando descanse un poco igual me apetece ir a Málaga, pero ahora vamos a sentarnos.

Ángel se ha ido a paso ligero para buscar el coche y recogernos y yo me he puesto a ladrar para que fuéramos con él. Inma me ha dicho que ahora viene, que ha ido a buscar una cosa y que vuelve prontito. Neno se ha tumbado, pero yo estoy muy atenta mirando el sitio por el que se ha ido Ángel, para ver si viene. Al final me he sentado sobre las patas traseras, pero no dejo de vigilar.

No me ha servido de nada tanta observación, porque Ángel ha aparcado por detrás de nosotros y ha llegado por el otro lado. Le he oído silbar y no he tenido más remedio que reconocer que no puedo supervisar todos los frentes.

Después de tomar lo de la farmacia y descansar un ratito Inma se encontraba mejor, así que, nos hemos subido todos al coche para ir a Málaga.

La Alameda Principal estaba llena de árboles de todo tipo, palmeras y ficus enormes, principalmente, algunos con más de 150 años de antigüedad. En años de perrito deben ser muchísimos más.

Esta vez la correa la lleva Ángel con una mano y con la otra coge a Inma. Neno y yo vamos muy seriecitos un poquito por delante y todo el mundo se nos queda mirando.

Hortensia ha visto un sitio con celosías de aluminio y estufas verticales y nos ha indicado que había sitio libre, de modo que nos hemos dispuesto a cenar. Como estamos en la última semana del año, todo el paseo está lleno de luces, que se enroscan al tronco de las palmeras y cuelgan por las ramas de los centenarios ficus. 

-   ¿Te encuentras mejor? – le ha susurrado Ángel a Inma, aunque yo le he oído perfectamente.
-     Sí, gordito, no te preocupes. Ya se me ha pasado. He debido coger algo de frío y estoy un poco acatarrada, eso es todo.

Por un instante he visto en Ángel la misma cara de preocupación que puso mamá Sirta cuando Lúa, la cocker, comentó que ya nos estaban saliendo los dientes.